07 abril 2008

Zamora: Para quedarse de una pieza

Publicado en La Opinión de Zamora
Jesús Hernández

No movían a la devoción. O no eran de los gustos estéticos del momento. Y los párrocos y algunos feligreses, los más cercanos a la vida eclesial, decidieron retirarlos del culto, quitarlos de la vista. En la diócesis de Zamora no son excepcionales los casos: obras, consideradas de notable valor artístico, permanecieron emparedadas o enterradas durante años, durante siglos. Ahí están el frontal de San Pedro y San Ildefonso, los relieves de la capilla catedralicia del Doctor Grado, el Cristo del Espíritu Santo.... O San Juan.

El frontal gótico de la arciprestal, del siglo XIII, de piedra arenisca policromada al temple y dorada, dispone de un gran programa iconográfico (intervino, por lo visto, fray Juan Gil de Zamora). Los expertos consideran que cubrió el altar que guardaba el arca con las reliquias del santo toledano. Es de forma rectangular y dispone de dos piezas, con escenas a uno y otro lado, además del espacio central, dedicado al arzobispo autor de "De virginitate perpetua sanctae Mariae"... ¿Cuándo fue retirado el altar y colocado como parte del solado del presbiterio del templo, con «la zona escultórica oculta»? No hay respuesta cierta para esa interrogante. Su descubrimiento se efectuó en 1989, cuando se efectuaron obras para la instalación del sistema de calefacción.

La misma iglesia conserva una lauda sepulcral, de mármol, posiblemente del siglo XI, que también apareció en aquella época, al realizar obras en la arciprestal. Apareció «formando parte de los cimientos de la obra románica, concretamente del ábside mayor», explica Hortensia Larrén en "Civitas". El sillar, aunque fragmentado, se halla decorado «con una cruz griega de tipo procesional, de la que penden el alfa y omega y, a su lado izquierdo, un báculo espiriforme». Esto es: «incisión y bajorrelieve». El símbolo no es, como emblema, nuevo en sí mismo. Sin embargo, «en este caso la peculiaridad viene dada», añade la experta, «por su asociación con el otro motivo, cuyo significado es bien elocuente»: parece pertenecer «a un alto cargo eclesiástico, del que desconocemos su identidad». La arqueóloga territorial calificaba la pieza, en su estudio de 1993, como «excepcional».

Muchos han visto y orado al Cristo de la iglesia del Espíritu Santo, que sale en procesión el Viernes de Dolores, como titular de la Hermandad Penitencial. Ese Crucificado, que recibe culto en el templo del barrio zamorano, es una talla gótica del XIV. De la segunda mitad de esa centuria. Se hallaba emparedado, y apareció, en el presbiterio, en 1963, cuando se realizaban obras de restauración. Se ignora, como en los casos anteriores, el momento de su emparedamiento. «Fue la víspera de San Isidro. En el presbiterio, a su derecha, existe una ventana con una vidriera realizada por Luis Quico. Un chaval dio una patada debajo de ese vano, cayeron los ladrillos y se abrió un hueco. Observamos, a través de la nueva apertura, y vimos que allí estaba el Cristo. Los pies aparecían serrados a la altura de los tobillos. Un brazo se encontraba, asimismo, desprendido. Con la imagen, varios cacharros de cerámica», explica Benito Peláez, que era el sacerdote encargado, en aquel momento, del templo parroquial. El Crucificado fue restaurado por Alito.

La capilla catedralicia de San Juan Evangelista o del doctor Grado -fue fundada por el obispo Suero Pérez, a mediados del XIII, aunque el canónigo la renovó hacia 1500 para su enterramiento- guardaba, ocultos en una pared, dos arcosolios funerarios del XIII, con el grupo de "La Anunciación", y tres piezas: San Lucas, San Juan y una Piedad. Las obras de adecentamiento de la Catedral para "Remembranza", edición zamorana de "Las Edades del Hombre", permitió su descubrimiento. Fue en el 2001.

San Juan de Puertanueva, de hermoso rosetón románico, ¿cuántas iglesias se hallan en el perímetro de una Plaza Mayor?, "escondía" varias imágenes medievales. Aparecieron al retirar las bóvedas. Ocurrió hace tres décadas.

La ciudad de Toro es, en su artístico casco histórico, un museo: templos, palacios, conventos, casonas... Supera a la capital en eso de emparedar: las iglesias de La Trinidad (ahí se emplearon a fondo en eso de esconder el legado religioso), Santa Catalina, El Sepulcro y San Julián. Este legado: el Salvador, Cristos Yacentes, la Virgen, ángeles y santos. Algunas se conservan y otras fueron vendidas (a finales de los noventa, no más allá). «Aquí han aparecido muchas cosas. Los enterramientos se produjeron en la época Barroca», apunta el profesor José Navarro Talegón. En Toro y en otros lugares. Los cambios de gusto artístico llegan a constituir modas. Y, a veces, se producen como oleadas, que se llevan el más interesante patrimonio por delante.

Los cánones y las estéticas no son inamovibles. Así, el fervor popular, que es buen termómetro, decayó hacia algunas imágenes o representaciones iconográficas. Otras veces el clero consideraba que las expresiones de las obras, de gran realismo, no animaban al rezo. Ni siquiera a la piedad. Y ésas fueron, también, causas de la retirada del culto y el posterior emparedamiento o soterramiento de cristos, frontales, santos.... Poca catequesis podía hacerse, por lo visto, con esas obras.



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1 comentario:

Luisa dijo...

Interesante reportaje, pues explica y alerta sobre las pérdidas patrimoniales ocasionadas por las mentalidades y lo gustos estéticos de la sociedad en el transcurso del tiempo.No solo era ignorancia; también existían intereses. Son más condenables las pérdidas producidas en el último siglo, cuando la formación de clérigos y la preocupación de los expertos era más acusada.En los años sesenta del siglo XX se produjo un gran expolio en muchas diócessis.