Arqueología de la Guerra Civil. ¿Qué hay detrás de ese concepto?
Normalmente, hablamos de la recuperación en fosas comunes de restos de gente represaliada durante la Guerra o en los primeros años del franquismo. Principalmente se refiere a eso, a personas. Puede haber también una arqueología relativa, por ejemplo, a la recuperación de trincheras, fuertes u otro tipo de instalaciones militares o de frentes de guerra -en Bizkaia se están rescatando ahora restos del llamado Cinturón de Hierro -, pero ésa es una arqueología distinta. Es, sobre todo, documental. Además, la mayoritaria es la otra, la que tiene que ver con restos humanos.
¿Y qué diferencia a la arqueología de la Guerra Civil de otras arqueologías?
Metodológicamente no hay ninguna diferencia. Se aplica la técnica arqueológica, pero en este caso para fosas o elementos de esa etapa.
Pero, más allá del método, ¿qué la hace distinta de las demás?
Hay implicaciones emocionales distintas. Cuando estás excavando una necrópolis medieval, por ejemplo, estás excavando un esqueleto del que no tienes ninguna notificación. Prácticamente, no sabes nada. Partes de cero y puedes llegar a saber algo. En el caso de las fosas de la Guerra Civil, en cambio, puedes saber, en el mejor de los casos, a quién estás buscando. Y entonces, no buscas un esqueleto, sino a una persona a través de ese esqueleto. Y cuando aparece el cuerpo no aparece sólo un esqueleto, sino también unos zapatos, una hebilla, unos botones, unas monedas... Muchas cosas que hacen que no estés hablando del Individuo (así se clasifican los restos) 1, 2, ó 3 , sino de un nombre y unos apellidos. Hay una implicación distinta.
Además, con la familia presente.
Así es. A tu alrededor están los familiares, que son los que han solicitado la excavación, los que han dado su permiso y los que, normalmente, han ofrecido la información. En todo momento, tienes esa presión, en el buen sentido de la palabra, de estar rodeado de las familias y de la emoción que transmiten. Y todo eso es muy importante. Insisto, hay una implicación distinta.
Algo que no está en otro tipo de trabajos...
No. Lógicamente, volviendo al ejemplo anterior, cuando estás en una necrópolis medieval no sabes nada de lo que estás descubriendo y no hay ninguna implicación emocional. Es un objeto más. No hay familias. Las familias hacen que se modifique todo, porque te rodean, te relacionas con ellas... Muchas veces nos han alojado en sus casas o nos han dado de comer. Aunque el método sea igual, tú no te acercas de la misma manera a la fosa. Porque estás buscando al padre, al abuelo o al tío de alguien. Y eso crea un ambiente distinto que, además, engancha.
Un ambiente en el que se ha volcado en los últimos nueve años. ¿No echaba en falta todo esto incluso antes de empezar?
Posiblemente no. Nunca se nos habría ocurrido. Quizás pudimos haberlo pensado alguna vez, pero nunca creímos que podríamos llevarlo a cabo. Fue la casualidad. Que Emilio Silva (presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y autor de la primera solicitud de exhumación) quisiera buscar a su abuelo, que llamara al arqueólogo territorial de Burgos, que éste nos llamara para ir... Pura coincidencia. Además, cuando hicimos aquello pensamos que iba a ser sólo una. Y al año siguiente hubo dos, y luego tres... El trabajo empezó a multiplicarse hasta lo que tenemos en la actualidad.
¿Con qué perspectivas?
Yo creo que tiene una vida relativamente limitada, en primer lugar, porque los informantes están desapareciendo irremediablemente. Puede haber casos, no digo que vaya a acabar repentinamente, pero lógicamente no con la densidad de estos últimos años.
¿Teme que, después del 'boom' de estos años, la prensa y la sociedad se 'olviden' del tema?
Seguro que va a dejar de ser noticia porque siempre llega un momento en el que se produce una saturación. Y, cuando llegue ese estado, dejará de ser noticia. De vez en cuando aparecerá alguna cosa eventual, pero no con la repercusión que ha tenido hasta ahora. Creo, en cualquier caso, que todo esto ha sido muy importante, porque se necesitaba dar con una espita de liberación sociológica del tema. Había que hacer un resarcimiento general, unos y otros. Y las fosas han tenido esa función de abrir una puerta que estaba cerrada, para airear, para limpiar todo. Una vez abierta la puerta, creo que ya ha cumplido su función.
El título de la conferencia se completa con una alusión a los derechos humanos. ¿Tanto de las víctimas como, también, de las familias?
Claro. En realidad, lo que importan son los familiares que han quedado. Nosotros les atendemos a ellos, a las víctimas no les podemos ofrecer nada. Las verdaderas víctimas son los supervivientes. Nadie se acuerda, por ejemplo, de las mujeres que han tenido que sacar adelante a su familia siendo viudas de rojos .
Pero, en lo que respecta sólo a las fosas, ¿se trabaja también pensando sobre todo en las familias?
Sí, porque muchos no han sabido guardar esa ausencia o necesitan cubrirla. La reparación con esas familias se hace, en parte, a través de la búsqueda de los restos de la persona que les falta. No se trata tanto del esqueleto. Lo que importa es lo que podamos ayudar a quienes nos reclaman que los exhumemos.
Desde que empezaron con las exhumaciones, hace nueve años, han contado con voces críticas a su actuación. ¿Ha ido cambiando ese discurso de rechazo o recelo?
Por supuesto. Y, para eso, nada ha sido más elocuente que el hecho de ver las fosas. Cuando ves los esqueletos amontonados, es muy difícil olvidarlo, aunque estés posicionado ideológicamente en contra. Eso ha sido un detonante que ha ido ablandando esas posiciones tan duras. De hecho, creo que ahora nadie se opondría. Incluso, algunos de ellos han cambiado de discurso y ahora dicen que sí había que hacerlo.
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