Entrevista a Myriam Seco publicada en El Correo de Andalucía, realizada por Felipe Villegas
–¿Qué pintan los egiptólogos españoles en el país de los faraones?
–España, a partir del año 90, y sobre todo desde 2000, ha incrementado el número de misiones arqueológicas con nombres como Mari Carmen Pérez Die, José Manuel Galán y José Miguel Serrano, éste de la Universidad de Sevilla... Y todos estamos dejando el pabellón bien alto.
–¿Y eso gracias al apoyo del Ministerio de Cultura?
–Más bien gracias a los patrocinadores, porque el Ministerio financia bien poco, la verdad. Intentamos que se vuelque algo más, pero es complicado.
–¿Hay que tocar muchas puertas antes de excavar?
–Es el problema gordo de esta profesión. No es nada fácil buscar financiación, se lo aseguro. Conseguir el permiso para excavar, restaurar y poner en valor el templo funerario de todo un faraón como Tutmosis III me ha supuesto trámites de dos años o más; y luego estaba la parte económica...
–¿Cómo se las avía para lograr dinero viviendo tres cuartas partes del año en El Cairo?
–Contactos. Todo son contactos y relaciones. Siempre conoces a alguien que sabe de otro que... Así es como Cepsa está patrocinando la excavación que acabamos de empezar en el templo funerario de Tutmosis III. Pero nunca puedes quedarte dormida, porque este tipo de excavaciones requieren de muchas campañas, y lo más probable es que Cepsa no esté siempre. Ojalá que sí...
–Y encima la crisis lo ha puesto todo cuesta arriba.
–¡Ah, la crisis! Es un horror. Te cierran las puertas una detrás de otra. Estoy aterrada.
–¿También la hay en Egipto?
–No, allí el rico-rico lo sigue siendo, y el pobre-pobre, que es mayoría, también. Están construyendo a mansalva por todos lados.
–Retomando el inicio de la entrevista, y yendo a lo microlocal, ¿qué pintan los egiptólogos sevillanos por aquellos lares?
–Manuel Pellicer, Fernando Fernández, José Miguel Serrano... Son nombres que han ayudado a hacer historia en Egipto. Hay un semillero notable cuyo responsable fue el profesor Francisco Presedo, al que nunca le estaremos lo bastante agradecidos.
–Y que le inoculó el gusanillo.
–Desde sus clases. Hice Egiptología por Presedo. Yo quería ser arqueóloga, me encantaban Mesopotamia, Egipto... y eso desde chica. Pero claro, tampoco tenía demasiada información, sólo mi ilusión.
–No debió ser fácil el contexto de Presedo [se jubiló como profesor de la Hispalense en 1988 y falleció en 2000], máxime en Sevilla, donde fascina tanto Roma y algo menos lo islámico porque es lo que abunda en su subsuelo.
–En efecto, no le fue fácil. Tenía una buena biblioteca en el departamento y sabía transmitir esa pasión en sus clases.
–¿Así captaba adeptos?
–No se crea. Él comunicaba su apasionamiento por Egipto, pero ponía el listón muy alto a los estudiantes. A mí me preguntó que si sabía inglés, francés y alemán. Le contesté que alemán no y me dijo, en primero de carrera, que lo aprendiese: ‘Venga después a hablar conmigo’, me dijo muy serio.
–Y usted lo hizo.
–¡Claro, no me quedaba otra! A otro eso le hubiese desanimado; a mí, que me encantan los idiomas, me dio vidilla. Y la excusa perfecta para irme a estudiar a Alemania.
–¿Así es como se forjó su fama de trotamundos?
–Es que no hay nada que a uno le abra más la mente. Lo que no quita para que me sienta muy a gusto en mi tierra, porque a mí me tira mucho Andalucía. Pero sí es verdad que tengo gran facilidad para adaptarme al entorno en el que estoy. Dése cuenta de que cuando decidí irme a aprender alemán a Alemania, lo hice sin ninguna perspectiva, con una mano delante y otra detrás. Tuve la suerte de dar con la profesora Ingrid Gamer-Wallert, que fue la que después me dirigiría la tesis y la que me introdujo en la Egiptología práctica.
–Tengo entendido que su primer viaje a Egipto se demoró más de la cuenta. Cualquiera no habría resistido la tentación y habría tomado el primer avión a El Cairo.
–Así es. Estuve encerrada en la biblioteca de la Universidad de Tubinga, en Alemania, tres años enteros preparando mi tesis. Después sí me llegó la recompensa: el primer yacimiento en el que participé fue el de Sharuna, en Egipto. Un sueño hecho realidad. Fue fantástico.
–Usted responde al prototipo de profesional hecha a sí misma, que ha tenido que recorrer un largo camino con muchas trabas para llegar a lo que hoy es.
–Usted lo ha dicho: un larguísimo y tortuoso camino que empezó en el jardín de mi casa, cuando escarbaba y le llevaba las piedras que encontraba a mi padre como la que descubre un tesoro; y que me ha llevado a dejar mi hogar para buscarme la vida muy lejos. En un principio, tras terminar mi tesis, mi idea fue regresar a Sevilla y quedarme dando clases en la Universidad...
–Se ve que no lo logró.
–Me encontré todas las puertas cerradas y, como no tenía nada que hacer, me dije: ‘Ahora sí que me voy a Egipto’. Poco a poco empecé a permanecer allí dos o tres meses al año, regresaba, y así. Hasta que al cabo de dos años, en 1998, me fui de verdad. Antes hice un cursillo acelerado de submarinismo y me empecé a interesar por la Arqueología submarina. Trabajé con un equipo norteamericano en el Mar Rojo y cogí toda la experiencia que necesitaba para fajarme con el mar y con los pecios en sólo tres meses.
–Y desde entonces ya sólo viene de higos a brevas...
–Es que me di cuenta de que estando en el sitio adecuado en el momento oportuno es como salen los trabajos. Si te quedas esperando...
–Y ya no para de engordar un currículo que causa envidia.
–Cuando me quise dar cuenta, estaba casi todo el año trabajando, picoteando de excavación en excavación y compaginando las de secano con las submarinas. He acopiado muchas experiencias y, no hace mucho, estando en Alejandría, me surgió la posibilidad de excavar en el Líbano.
–¿Era la primera vez que un equipo español excavaba allí?
–En el plano submarino, sí. Y no sólo español, sino internacional. Y fue lo mismo de siempre pese a la importancia de la iniciativa: muchos trámites y puertas a las que llamar para lograr financiación... Gracias a Cajasol que me las abrió. Me han financiado tres campañas y la exposición que traeremos a final de año con piezas halladas en el pecio fenicio excavado.
–Pero la excavación no ha concluido, ¿o sí?
–No, no ha acabado, pero para la cuarta fase no tengo patrocinio, por lo que estoy de nuevo por Sevilla buscando apoyos. La Consejería de Cultura se ha implicado en el proyecto y yo he elaborado un documental sobre la excavación que espero poder vender a Canal Sur. En fin, buscándome la vida...
–Bueno, le deseo que logre fondos, pese a la crisis. Pero hablemos de algo más agradable, de un hito: el que le hayan concedido permiso para excavar un yacimiento de primera división.
–He de decir que para excavar el templo funerario de Tutmosis III, donde soy yo la directora, es la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de la que soy académica, la que me respalda. Y me hace mucha ilusión que una institución de mi tierra sea la que me abra las puertas a esta pedazo de excavación que tengo entre manos.
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