Publicado en El Comercio Digital
Ana Moriyón
Son muchas las historias que se han escuchado de los habitantes de la cueva de Collubil, y muchos más los vecinos y espeleólogos furtivos que han tratado de hallar en su interior tesoros nunca encontrados. Ahora, y después de casi un siglo desde las últimas investigaciones realizadas en el interior de esta gruta, los historiadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) retomarán las primeras prospecciones arqueológicas protagonizadas por el ingeniero Justo del Castillo en 1881, y los últimos trabajos oficiales realizados en la zona, entre 1912 y 1915, desarrollados por el conde de la Vega del Sella.
El equipo dirigido por el profesor de Prehistoria de la UNED, José Quesada, acompañado por otros cuatro alumnos de Historia, se desplazaron ayer al municipio de Amieva para tratar de profundizar en la historia de esta gruta durante un par de semanas.
No parten de cero. Saben, según las investigaciones realizadas por varios expertos, que los restos extraídos a principios del siglo XX por el conde de la Vega del Sella datan de hace unos 12.000 ó 14.000 años y, por tanto, corresponden al hombre Magdaleniense, en la época de esplendor del Paleolítico Superior. La tesis inicial de los investigadores es que estos hombres son los mismos que vivían en otras grutas de la vega del Sella ya investigadas como la Güelga, de Cangas de Onís, y Tito Bustillo, en Ribadesella.
Partiendo de esta base, el equipo de José Quesada tratará de realizar una reconstrucción paleoambiental y paleoeconómica gracias a los medios que existen en la actualidad y tratar así de explicar por qué el hombre del Magdaleniense tenía necesidad de moverse por la vega del río Sella y ascender hasta esta cueva de complicado acceso y malas condiciones climáticas.
Reserva de caza
La explicación más sencilla aportada por José Quesada como primera hipótesis es la necesidad de conseguir suministro durante determinada época del año, ya que en esta zona habría grandes reservas de caza de cabra y rebeco. Sin embargo, para hacer firme esta especulación será necesario recoger estos días sedimentos y hallar restos del paso de estos hombres por Collubil. «Sería muy interesante si encontrásemos restos de los animales que comían, porque por sus dientes nos pondrán decir a qué época del año corresponden; o si hay armas de caza o útiles para preparar la comida, para saber si comían allí o trasladaban los animales a otras zonas», relata.
El equipo ya visitó el verano pasado la pequeña gruta, más bien un abrigo situado a media ladera sobre la aldea de Campurriondi y a orillas del arroyo Colín, para comprobar la situación de la caverna y evaluar el lugar en el que se podría trabajar.
La primera visita fue bastante demoledora ya que los investigadores comprobaron que la gruta «está bastante machacada porque durante todo este tiempo ha habido mucha gente, incluso vecinos de la zona, que han realizado agujeros buscando incluso tesoros que nunca existieron», señaló José Quesada. Este hecho hace que en muchas de las zonas los sedimentos estén muy revueltos y por tanto que esté limitado el espacio apto para poder trabajar.
Una gran fosa
El equipo de José Quesada también localizó en su primera visita una amplia fosa al fondo de la gruta de casi cinco metros de profundidad y siete de diámetro sobre la que se pretende trabajar estos días. «Creemos que pudiera pertenecer a los trabajos del conde de la Vega del Sella, aunque no descartamos que sea de Justo del Castillo, de furtivos e incluso de la acción hidrológica. Primero tendremos que descubrir quién fue el responsable de esta fosa y luego trabajar sobre ella», anunció. En este espacio «se pretende limpiar los bordes y excavar un par de metros cuadrados» para tratar de recoger restos que pudieran servir para reconstruir la vida del hombre magdaleniense en esta gruta.
Además, el equipo de la UNED tiene intención de extraer muestras de sedimentos carbonatados acumulados en las paredes de esta gruta que, sin bien su desarrollo en longitud es pequeño, en alguno de sus tramos coge una altura de casi 25 metros.
«Queremos rascar restos de tierra y de carbono 14 en dos sitios, a unos cuatro o cinco metros de la boca y al fondo de la cueva», concretó el profesor de Prehistoria. Con estas muestras se podrá realizar una secuencia cronológica sobre cómo evolucionaba el clima en la época en la que la cueva estuvo habitada, y realizar una datación mucho más concreta.
Por si fuera poco, la UNED tiene intención de aprovechar esta campaña de investigación para realizar la topografía de la gruta. «Hay muchos dibujos malos, pero no se ha confeccionado la topografía de la cueva», afirma.
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