Lluis Permanyer
Un artesonado gótico que desde 1401 ornamenta la Sala de les Eleccions, en el Ayuntamiento de Barcelona, ha comenzado a recuperar todo el esplendor que nunca debió perder. Una capa obscura, de pintura aumentada por la suciedad, ocultaba la policromía luminosa de esta obra, lo que, junto con la altura, la hacía pasar inadvertida por completo. Esta obra podrá ser admirada el próximo martes, al ser jornada de puertas abiertas en conmemoración de la festividad de santa Eulàlia, la patrona de Barcelona.
La Sala de les Eleccions, originalmente sobre la Escribanía y lugar en el que se hacían, entre otras, las elecciones del Consell de Cent, se encuentra según se entra a la izquierda y al mismo nivel del Saló de Cent.
Una vez terminada la puesta en pie de la estancia, los consellers encargaron el último día de febrero de 1401 al acreditado pintor de artesonados Jaume Cabrera la ornamentación de las doce vigas y media. Según el contrato notarial, que transcribió el historiador Agustí Duran i Sanpere, le serán pagadas en tres plazos 164 libras por un trabajo que ha de durar tres meses. Cabrera tenía obra en Manresa, Vic, Solsona y en el templo barcelonés de Montsió.
Justo antes de que el equipo que ha llevado a buen término esta restauración diera por terminado el trabajo y se desmontara el andamio, tuve la oportunidad emocionante de encaramarme y así admirar desde tan cerca no sólo el conjunto, sino el detalle de la obra ejecutada ahora y la calidad singular del trabajo pictórico medieval.
El estilo de la composición, tanto por los temas empleados como por la policromía, es el habitual de la época y no ofrece sorpresas.
La fuente de inspiración procede de los trabajos de iluminación de las miniaturas medievales. Está compuesto por una sucesión de escudos y de rosas en relieve colocados en perfecta simetría. Estas rosas, por ejemplo, tienen correspondencia artística con otras semejante en piedra que decoran los nervios de las bóvedas de aquella época.
La parte más pictórica plasma en el formato alargado que obligan las vigas una bien diversificada vegetación y también un animalario variado, entre el que destacan los cuerpos de los consabidos tutti.
La paleta empleada y la delicadeza del dibujo, así como el movimiento que sabe otorgar Cabrera, ponen de manifiesto su categoría artística, más propia de un artista que de un artesano. La relación entre pájaros, aves, cocodrilos, monos, patos y demás con los cuerpos marfileños y completamente desnudos de los niños es en este caso de una ingenuidad enternecedora. Ninguna veladura, ninguna hoja, ningún taparrabo oculta los genitales infantiles.
Este artesonado fue objeto de diversas intervenciones muy posteriores. Hacia 1888, año de la Exposición Universal, se amplió con cinco vigas más. Se echa de ver que la ornamentación pictórica no tiene ni de lejos la calidad que realza y distingue la gótica de Cabrera: adolece de haber sido realizada sin convicción.
Entonces, o quizá hacia 1929, año de la segunda Exposición Universal, fue igualado todo el conjunto mediante una capa que obscureció y casi ocultó el artesonado medieval. Unas obras de restauración del suelo del piso superior - parquet y forjado- pusieron entonces de manifiesto que el artesonado padecía una serie de patologías, algunas de ellas graves, como la carcoma o las humedades.
Un equipo muy profesional de restauración ha terminado ya su trabajo, que había principiado en septiembre pasado. Se trata de la primera fase.
La consecución del correspondiente presupuesto permitirá emprender la segunda etapa, que por fin devolverá a todo el artesonado una magnificencia acorde con la solemnidad de la Casa Gran que lo acoge.
No hay comentarios:
Publicar un comentario