Vía: El Periódico de Extremadura
Ya dije la pasada semana que Cáceres tuvo un conato industrial, una fiebre minera que arrojó una esperanza de prosperidad que duró algunos años, pocos comparados con la cacereña eternidad. Ese sueño del fosfato nos legó una serie de edificios, que se enmarcan dentro de la arqueología industrial, a los que pocas veces se les hace caso y por los que pocas personas han demostrado interés.
Hace algunas semanas hice un brevísimo repaso por la arquitectura del siglo XX, por una parte vimos cómo el historicismo fue una corriente que tuvo dos momentos álgidos, una, en el último tercio del XIX que seguría en la primera década del anterior siglo y un segundo momento, más cargado de nacionalismo, que se materializaría en la década de los veinte, matizado, en ocasiones, por unos lenguajes arquitectónicos racionalistas. Ambos momentos seguirían impregnados de ese eclecticismo decimonónico que no se erradicó hasta la aparición del racionalismo y las corrientes arquitectónicas contemporáneas que irumpieron en nuestra ciudad a partir de mediados de los treinta.
La arquitectura industrial no se verá libre de estos influjos y mostrará claros ejemplos de neohistoricismo, adaptando los edificios a estructuras acastilladas, con sus torrecillas almenadas, fiel reflejo de lo que primaba, por entonces, en la arquitectura civil y religiosa. Bastantes son los ejemplos que restan en Aldea Moret, y bastantes --también-- los que se han perdido...
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