Publicado en El Correo de Andalucía
Manuel J. Fernández
El subsuelo del mercado de la Encarnación ofrecerá, antes de final de año, la posibilidad de realizar un viaje inédito por la Híspalis de entre los siglos I a VI de nuestra era. Será un anticipo previo al final de las obras. Será a base de visitas guiadas y en grupos reducidos. Los hitos de entre los siglos I y VI de nuestra era aguardan en la cripta.
En pleno Centro y a seis metros bajo tierra habitan retazos de la floreciente Híspalis. Toda una década de excavaciones ha desempolvado el pasado romano (y visigodo, e islámico y cristiano) de Sevilla, reescribiendo incluso su historia. Buena parte de estos hallazgos, que yacen casi intactos a la sombra de las setas de la Encarnación, podrán verse en el lugar donde fueron encontrados por el equipo de arqueólogos que dirige el profesor Fernando Amores.
Para abrir boca de lo que será ese espacio museológico sin parangón que se ultima en el subsuelo del mercado –también bautizado como Antiquarium–, el Ayuntamiento propone un primer encuentro a partir de visitas guiadas al más puro estilo de la Iglesia Colegial del Salvador, cuando ésta mostró sus entrañas a los sevillanos en pleno proceso de obras de restauración.
Lo que se podrá contemplar en estas excursiones restringidas en horario y cupo será los restos más antiguos localizados hasta ahora en el solar, pues según explica Amores, aún quedan las últimas catas, que concluirán en diciembre y sobre las que, pese a todo, no se esperan novedades.
En estos momentos el Ayuntamiento y la empresa concesionaria, Sacyr, dilucidan los tiempos de la obra al objeto de cuadrar el mejor momento para iniciar estas visitas, anunciadas para el mes de octubre pasado pero demoradas para garantizar la seguridad del público. En cualquier caso, se trabaja para que puedan efectuarse antes de fin de año. La entrada se hará por la rampa de la calle Alcázares.
La primera parada será en la factoría de salazones, donde llegaba el pescado y se manufacturaba (no había cosa que le gustara más al romano que el garum, salsa hecha a base de vísceras de pescados fermentadas). El visitante podrá contemplar las cuatro piletas que conformaban esta edificación llenas con agua del río. No ha sido preciso rellenarlas, puesto que el elevado nivel freático en la zona ha causado este efecto de modo natural.
Zona portuaria . Aparte de las piletas, llama la atención el pavimento del patio, hecho a base de las losas de las vasijas que se rompían en las tareas de salar el pescado (en un tiempo, no se olvide, en que no existía el frigorífico). El hallazgo de esta fábrica ha reforzado la teoría de los historiadores y estudiosos, que situaban el curso del río (el Betis de los romanos) por la calle Cuna, zona por tanto portuaria de Híspalis.
Próxima a la factoría de salazones, la siguiente parada está en la llamada Casa de las Basas, datada por los arqueólogos en el siglo VI d. C. En palabras de Amores, los restos de muros y pavimentos con mosaicos de este edificio hablan mucho de la forma de vida de aquella época. Pese a no ponerse de acuerdo en la posible funcionalidad de este inmueble, Amores apunta que podría tratarse de una especie de monasterio, pues es una casa asociada a la iglesia paleocristiana. Sus muros son de ladrillo y mampostería y cuenta con un patio con columnas visigodas.
Precisamente, uno de los valores añadidos a las visitas guiadas será el de poder admirar a cierta distancia el trabajo del equipo de arqueólogos, que estos días ultiman las excavaciones de la basílica paleocristiana –uno de los templos más antiguos de Sevilla– rescatada de las entrañas de la tierra, otro hito de este Antiquarium llamado a ser una mina turística.
El recorrido seguirá por la parte más próxima a José Gestoso, donde aparecen los vestigios de otra domus (casa) romana con su patio. Se trata de la llamada Casa de los Delfines (siglo III), bautizada así por las figuras de animales que inspiran uno de sus mosaicos. Además, junto a esta casa se obtiene una lección del urbanismo romano con restos de calzada y una cloaca. La salida de los privilegiados visitantes que logren acceder a la cripta antes de su inauguración –para lo que aún queda– se hará por la misma rampa. El trayecto bien que merecerá la pena.
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