Publicado en Levante
Maite Ducajú
La pequeña-221 milímetros de altura- y exquisita botella del siglo III que representa una anciana borracha ( anus ebria ), recién hallada en las excavaciones del Palacio de Cerveró de Valencia, demuestra la relevancia de la ciudad en esa época al recibir productos de importación, en este caso del norte de África. Ahora, 18 siglos después, se puede contemplar en este edificio, la nueva sede del Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación López Piñero.
La pieza de cerámica, única en España por «su excepcional estado de conservación» -el resto de una botella similar encontrado en Tarragona es un fragmento- se localizó, además, en el entorno que correspondía al muelle del puerto fluvial romano (en el ámbito actual de Serranos), explicó a Levante-EMV el profesor titular de la Universitat de València y director del proyecto de intervención arqueológica del Palacio de Cerveró, José Luis Jiménez. «Cobra una importancia especial porque, tratándose de un producto destinado al mercado regional, alcanza, aunque en proporción minoritaria, el Mediterráneo occidental», subraya el profesor titular de Arqueología.
Vasijas de similares características han aparecido en unas termas de Ostia. La de Valencia tiene facturación de la región que corresponde a la actual Túnez, donde en los siglos II y III después de Cristo se fabricaban imitaciones del modelo helénico kopflagynoi , como la obra que conserva la Gliptoteca de Munich, que consiste en una anciana sentada apretando una jarra contra su regazo.
En la botella de Cerveró la mujer está en una especie de cátedra. Se utilizó para contener ungüentos, los aceites que se empleaban en las termas romanas. Así lo demuestra, también, la pátina de tonalidad pardo oscura, más evidente en los pliegues del lateral izquierdo y cabeza, posiblemente debido a que se derramó parte del contenido sobre este lado. La conservación de esta vasija, realizada en pasta de color ocre anaranjado con engobe marrón claro, es magnífica. Únicamente ha perdido un asa en la parte posterior y en una pequeña zona del manto que queda entre las piernas.
De la imagen, que «marca el realismo de forma grotesca», comenta José Luis Jiménez, destaca la cabeza de una anciana cubierta parcialmente por su vestimenta, dejando visible el rostro y las orejas, mientras que por encima queda el cuello cilíndrico de la botella.
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