Pablo Vazquez
Los rinocerontes campaban por la montaña lucense. Pero hace 32.000 años. Y sus restos, cazados por los Homo sapiens, han aparecido en la cueva de Eirós, en Triacastela. Ninguna otra caverna posee tres niveles documentados de edades tan diferentes (uno del Paleolítico Medio y dos de Paleolítico Superior) concentrados en sólo 11 metros cuadrados. La gruta, en la que trabajan arqueólogos de la Universidad de Santiago junto a personal de la Universidad Rovira Virgill y voluntarios de Cantabria y Burgos, fue sometida a dos catas que destaparon un nuevo nivel desconocido, correspondiente al Paleolítico Superior. Este fragmento tiene unos 30.000 años de antigüedad y recoge los primeros registros de actividad del Homo sapiens. El nivel inmediatamente anterior data de hace 84.000 años.
"En muy pocos lugares de toda Europa", defiende el arqueólogo director de la excavación, Arturo de Lombera, "se puede comparar en un mismo paraje cómo se gestionaba el territorio y cómo evolucionaban tecnológicamente y conductualmente los humanos". Tampoco existe ninguna otra gruta documentada de entre 30.000 y 17.000 años. Este silencio arqueológico puede deberse a falta de investigación o estar relacionada con los períodos de glaciaciones, según argumenta el corresponsable de Eirós, Xosé Pedro Rodríguez.
Desde la gruta de Eirós puede hacerse el recorrido que va de un Neanderthal característico del Paleolítico Medio, hace 84.000 años, a un primitivo Homo sapiens, propio del Paleolítico Superior, hace 32.000 o 30.000 años. En los 11 metros cuadrados de Eirós se han encontrado herramientas líticas en cuarzo y las más evolucionadas de cristal de roca o sílex, utilizadas en el Paleolítico Superior. El Neanderthal y el Homo sapiens también han dejado restos de los animales que cazaban y consumían, entre ellos el rinoceronte, como ciervos, corzos, rebecos, cabras o incluso vestigios de animales extintos como el oso de las cavernas.
Según De Lombera, sólo la cueva da Galiña (Castroverde), donde también se han documentado rinocerontes o hienas, y la cueva de Valdavara (Becerreá) pueden hacer sombra a la fosa de Eirós. "Pero la de Triacastela es única para conocer los momentos finales del Paleolítico Superior", explica. El arqueólogo jefe se mostró "sorprendido" por los hallazgos y por lo que aún pueda aparecer. "Hay todo un potencial material". Esta segunda etapa de investigación en la cueva Eirós concluyó ayer, después de establecer 700 registros, a los que deben sumarse las 1.000 piezas obtenidas en el mismo lugar durante dos semanas en 2008. Importantes arqueólogos han manifestado que "en cinco o seis años, Eirós será una referencia obligada sobre el Paleolítico en Europa".
Puedes leer una entrevista con Arturo De Lombera en La Voz de Galicia
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