Publicado en La Nueva España
Rebeca Aja
La primera excavación en la cueva de Coimbre o Las Brujas, en Peñamellera Alta, fue relevante por muchas cosas, entre otras cosas por el número de restos hallados, cerca de 19.000, que permitieron datar la ocupación de la cueva de Coimbre 12.000 años atrás, durante el periodo magdaleniense. También que se trató de un importante grupo humano. Pero los expertos destacan, sobre todo, la intensa actividad cinegética de sus moradores. «Eran cazadores especializados en la caza de cabras y de ciervos», explica el historiador de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) David Álvarez. Los restos de fauna más repetidos son los de cabra. Además, eran pescadores, a tenor de las vértebras de salmón recuperadas en la caverna, y seguramente también recolectaban vegetales. El aprovechamiento cinegético es «evidente -continúa Álvarez- están cazando un volumen de restos elevadísimo».
Lo excepcional de la cueva de Coimbre está en su suelo. Una superficie con un grado de preservación «muy bueno» y con una densidad de material que indica una ocupación «muy importante». Es más, los depósitos de material localizados en diferentes áreas de la cavidad hacen pensar a los investigadores que Coimbre estuvo habitada a lo largo de todo el Paleolítico Superior; esto es, durante unos treinta o cuarenta mil años.
David Álvarez es uno de esos expertos. Lidera, junto al también historiador de la Universidad de Educación a Distancia (UNED) José Yravedra, un proyecto de investigación que persigue establecer la secuencia completa de ocupación de la cueva de Coimbre o de Las Brujas. Para ello han vuelto al mismo escenario en el que, hace un año excavaron, por primera vez, la superficie de la gruta.
Este periódico asistió, ayer, al inicio de la segunda campaña arqueológica en el yacimiento del valle alto peñamellerano. Será tan corta como la anterior, una semana. Pero si la densidad de material en el área de trabajo delimitada es similar a la del año pasado tendrán restos suficientes para estar ocupados todo un año. Es el tiempo que prácticamente les llevó procesar los cerca de trece mil restos de fauna y cerca de seis mil de industria lítica obtenidos en la primera excavación. Un acopio que aglutina material y sedimentos, desde restos de tamaño inferior a un centímetro hasta piezas de gran importancia.
Entre lo más relevante, por ejemplo, el descubrimiento de varios «objetos de adornos», explica David Álvarez, como colgantes elaborados con caninos perforados de ciervo y conchas. Los expertos destacan la aparición de un caracol perforado pero, también, azagayas decoradas y puntas de asta de ciervo con decoración. Restos, no obstante, de características muy similares a los hallados en otras cuevas próximas, como las de Llonín, también, en Peñamellera Alta, o la cueva de Los Canes, en Cabrales, según comenta el investigador de la UNED.
La mayor parte de los restos encontrados hasta ahora son fragmentos de esquirla, dientes y también mucha industria lítica y material retocado, «pero la mayor parte son restos de talla, huesos fragmentados, pero el encontrar tanto material quiere decir que el nivel es de una posición primaria y esa es la importancia del yacimiento», explica David Álvarez.
La excavación arqueológica que acaba de comenzar en la cueva de Coimbre se centra en la misma superficie que la anterior, dos metros de largo por uno de ancho. Está en la denominada «zona B» de las cuatro en que han divido la cueva. Se sitúa al fondo de la gruta y es, también, «una zona de habitación muy definida», comenta el codirector de la investigación.
En la primera excavación sabían que se iban a encontrar con un yacimiento magdaleniense y así fue. La campaña fue importante por el número de restos hallados. Durante la próxima semana, el grupo de nueve personas que colabora a pie de cueva tratará de acabar el «nivel 1», el del magdaleniense superior final, «luego tenemos otros dos niveles por debajo, de momento, el nivel dos con algo menos de material y el tres estéril», explica Álvarez. Durante el primer día de trabajo han vuelto a encontrarse con el gran potencial arqueológico de Coimbre: abundante material lítico y huesos. Han vuelto a la «zona B», al mismo sondeo de dos metros por uno, espacio suficiente para obtener el material necesario para la investigación. «La arqueología es destructiva, todo lo que hagamos aquí hay que hacerlo con el mayor cuidado porque se destruye ese registro, ampliar la extensión sería cargarse el yacimiento», comenta David Álvarez.
Las secciones de la UNED en Asturias y de Madrid colideran los trabajos arqueológicos. La financiación de esta segunda campaña corre a cargo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi de San Sebastián.
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