Francisco Albo
El paleontólogo, arqueólogo y antropólogo Eudald Carbonell, codirector de las excavaciones de Atapuerca, está visitando los yacimientos paleolíticos que un equipo científico investiga desde el 2006 en la comarca de Lemos y en diversas zonas de la montaña oriental lucense, principalmente en los municipios de Triacastela y Becerreá. En este proyecto, coordinado por la Universidade de Santiago, participa la universidad tarraconense Rovira i Virgili, donde Carbonell dirige el Institut Català de Paleoecologia Humana.
-¿Qué importancia les ve a los descubrimientos que se están haciendo en el sur lucense?
-Lo más importante de estos hallazgos es que indican la existencia de una serie continuada de ocupaciones humanas desde hace aproximadamente medio millón de años. En los yacimientos al aire libre de la zona de Monforte hay materiales que pueden ir desde los 500.000-400.000 años a los 260.000 y a continuación otros que van de 20.000 a 10.000 años. En las cuevas de las áreas de montaña hay vestigios de 40.000 o 50.000 años y otros de 10.000 a 15.000. Por lo tanto, se puede constatar una presencia continuada de poblaciones en todos los grandes períodos del Paleolítico en un territorio muy reducido y en ese sentido esta es una zona única en Galicia.
-¿Hay similitudes visibles entre el Paleolítico de esta zona y las industrias de Atapuerca?
-Sí, los yacimientos que se están descubriendo aquí muestran paralelismos con algunos de Atapuerca. En Monforte he podido ver materiales que ofrecen semejanzas con los del yacimiento de la Trinchera Galería, de entre 450.000 y 500.000 años, y otros que recuerdan a los niveles superiores de la Gran Dolina [de en torno a 300.000 años], aunque estos son un poco más modernos. Las secuencias cronológicas que se han identificado en Atapuerca, que se remontan a 1.400.000 años, pueden servir como referente estratégico para estudiar los yacimientos del noroeste. Comparar estos hallazgos con los de Atapuerca ayudará a averiguar cuál fue el impacto de las poblaciones del género Homo desde el norte de la meseta hasta la punta occidental de la Península.
-En principio está previsto que este proyecto de investigación siga desarrollándose hasta el año que viene. ¿Cree que es conveniente continuar con él más adelante?
-Cuando se tiene un proyecto como este, que está obteniendo unos resultados singulares o únicos y que se está llevando a cabo con un gran rigor, hay que continuarlo. Tiene un gran interés tanto por la información que proporciona como por el hecho de que está sirviendo para formar a jóvenes investigadores.
-En Atapuerca empezará pronto una nueva campaña. ¿Qué descubrimientos se pueden esperar ahora?
-Atapuerca está en un momento muy interesante. El año pasado dimos a conocer el hallazgo de una mandíbula de 1.300.000 años, el fósil homínido más antiguo que se conoce en Europa. Ahora se está trabajando sobre otra mandíbula de un millón de años, hallada hace poco en el yacimiento de la Sima de los Huesos, que muestra señales de una patología infantil. Es la patología más antigua que se conoce por ahora en la evolución humana. La está investigando un equipo que dirige el profesor José María Bermúdez de Castro y los resultados se publicarán dentro de algún tiempo. En Atapuerca hay para investigar durante cientos de años y de momento solo llevamos unos treinta.
-¿Puede ser útil para nuestro futuro saber qué sucedió con las especies humanas extintas, como el neandertal o el «Homo heidelbergensis»?
-Nos puede servir para incrementar la conciencia crítica de la especie y trabajar por una evolución responsable. Tenemos que saber hacia dónde vamos y creo que en esto nos puede ayudar mucho el hecho de conocer cómo vivieron y cómo se extinguieron en el pasado las otras especies de nuestro género. En este momento se habla sobre todo de una crisis financiera, pero a mi parecer estamos en el inicio de una crisis sistémica, no cíclica, que nos llevará a un cuello de botella evolutivo. En este siglo tendremos problemas muy importantes que debemos afrontar con nuevas adquisiciones, como sucedió hace 2,5 o tres millones de años, cuando nuestros antecesores pasaron de la selva y el bosque a la sabana. Ahora debemos pasar por otro cuello de botella y metabolizar la revolución científico-técnica.
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