A. S.
Los restos de un santuario ibérico es el más reciente de los hallazgos arqueológicos que se han producido en la ciudad, como consecuencia de las excavaciones llevadas a cabo en un solar de la calle Álamo esquina a Núñez de Arce, por un equipo de arqueólogos dirigido por Juan Gallardo Carrillo y Francisco Ramos Martínez.
Lo que queda del edificio que albergó este santuario religioso, del que se ha podido recuperar un altar hecho de adobe, con forma de piel de toro, que se ha extraído en bloque para su conservación en el museo, estaba bajo la necrópolis también ibérica.
Según los expertos, que siguen estudiando los hallazgos, se trata de un santuario de corriente orientalizante que es el primero de este tipo que se ha encontrado en la Región de Murcia. Otro hallazgo de interés en esta excavación ha sido un ustrinum o quemadero, que consistía en un hoyo en el suelo con las paredes y suelo recubiertos de ladrillos de adobe, que aparecieron ennegrecidos, para que favoreciera la intensidad del calor de las llamas durante la cremación del difunto, a la vez que evitaba el esparciendo de las cenizas.
Los iberos sometían a sus muertos a la cremación antes de depositar cenizas y huesos en urnas para su enterramiento. En este solar han aparecido 29 sepulturas de incineración encuadrables culturalmente en el mundo ibérico, en una sucesión espacial y temporal de al menos tres superposiciones. Se han podido identificar siete tipologías distintas para construir la fosa.
Junto a las urnas funerarias se han localizado los ajuares que solían colocar con los muertos, que son muy variados en cuanto a los elementos que los forman. El más significativo fue el de la tumba número 15, compuesto por una falcata de la que no se conservó la empuñadura, una puntas de lanza y regatón, una placa cinturón, un cuenco de producción ibicenca, dos piezas áticas y un recipiente utilizado para contener los restos incinerados del difunto.
En cuanto al santuario, cuya planta completa no se ha podido excavar ya que se extendía por debajo de la calle, parece que tendría cinco o seis estancias de las que se han encontrado los cimientos de sus muros y pequeños restos del alzado. Se han documentado el muro maestro de una de las estancias y adosado a éste un banco corrido enlucido con yeso de color blanco.
También un umbral de entrada.
También un umbral de entrada.
Sobre el suelo de la habitación estaba lo que hemos denominado altar, una estructura de alrededor de 50 centímetros con las cuatro esquinas decoradas, ya que fueron moldeadas al exterior mediante tres hundimientos curvilíneos que dan la sensación de columnas estriadas. En base a los hallazgos el equipo de arqueólogos han realizado una reconstrucción virtual del edificio.
La presencia ibérica en Lorca está documentada con repetidos hallazgos, tanto del poblado, que ocupaba el área del castillo y una parte de los actuales barrios altos, que se enmarca entre los siglos V y III antes de Cristo, como de lo que se denomina área industrial, una zona dedicada al proceso de elaboración de cerámica.
Las excavaciones realizadas en calles cercanas al río han permitido descubrir hornos y otros elementos para trabajar la arcilla que indican la existencia de una importante industria alfarera, alejada del poblado porque no se trataba de una labor fundamentalmente doméstica.
Finalmente, está la necrópolis, fuera del poblado, pero cercana a él, y en el caso lorquino delimitada por la rambla que recorría lo que actualmente es la calle Álamo, Lope Gisbert, glorieta de San Vicente y calle Juan II, y plaza de España. Esos son los límites en base a los hallazgos en solares de las calles Rubira, Corredera, Núñez de Arce, Rincón de Moncada y en repetidas excavaciones en Álamo. Los expertos siguen analizando los hallazgos para completar el estudio de la necrópolis.
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