Francisco Albo
Dos descubrimientos de gran envergadura para el estudio del pasado remoto de Galicia han sido efectuados al mismo tiempo en una sima de la sierra de O Courel por investigadores del Instituto Geológico Isidro Parga Pondal de la Universidade da Coruña. En la misma cavidad rocosa -cuya ubicación no se ha divulgado por motivos se seguridad- han aparecido los restos humanos más antiguos hallados hasta ahora en territorio gallego, y también los primeros huesos de uro (el antiguo toro salvaje europeo, Bos taurus primigenius , antecesor de la moderna vaca doméstica) que se descubren en Galicia. Tanto los restos humanos como los animales pertenecen a la misma época bioclimática, ya que la datación por carbono 14 ha cifrado entre 10.000 y 8.000 años la antigüedad de los primeros, mientras que la de los uros se estima en unos 8.000 años.
Los restos humanos -de los que aún no hay fotografías- son pequeños trozos de cráneo y de las extremidades y están siendo analizados en un laboratorio forense para determinar la edad y las características del individuo al que pertenecieron, ya que al parecer corresponden a una sola persona. La edad de estos huesos duplica prácticamente la de los restos humanos más antiguos conocidos hasta ahora en Galicia, hallados en Becerreá y Valdeorras, con una antigüedad de unos 5.000 años.
Período posglacial
El análisis de estos restos puede proporcionar datos de gran interés sobre los primeros grupos humanos que ocuparon la sierra tras la última glaciación, de los que aún no se sabe casi nada. Los glaciares que cubrieron entonces la zona y la hicieron inhabitable desaparecieron hace unos 15.000 años, pero los científicos creen que la sierra siguió siendo inhóspita hasta mucho después, debido a la enorme cantidad de agua que se desprendió de los glaciares, causando un fortísimo proceso erosivo.
Los restos de uro corresponden a tres ejemplares y consisten en un cuerno y fragmentos de cráneo y de otras partes del esqueleto. El tamaño de los uros es pequeño en relación con el gran porte de esta especie, que alcanzaba hasta dos metros de altura en la cruz y superaba en corpulencia a los toros y vacas actuales. «No sabemos aún si son hembras, que eran más pequeñas que los machos, o si se trata una variedad local de un tamaño algo menor que el uro común», dice la paleontóloga Aurora Grandal, integrante del equipo que realizó los hallazgos.
Algunos de estos fósiles fueron localizados primeramente por miembros del grupo espeleológico Brigantium. Los investigadores recuperaron los restos con la ayuda de espeleólogos del colectivo Mauxo. Por ahora se desconoce cómo fueron a parar estos huesos al fondo de la profunda cavidad donde aparecieron. Aurora Grandal señala que «es posible que todos se matasen al caer en la sima por accidente, pero los huesos también pudieron caer dentro de la gruta mucho después de que estos individuos muriesen, porque en cierto momento se desplomó una bóveda de roca que cubría esta sima y así pudieron entrar allí restos biológicos que antes hubiesen estado en la superficie del terreno»
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