Enrique del Río
Álvaro Soler del Campo es conservador de la Real Armería de Patrimonio Nacional y comisario de la exposición El arte del poder. La Real Armería y el retrato de corte, que acaba de inaugurar el Museo del Prado, un original proyecto donde se establece una comparación entre los retratos de corte pintados por maestros como Tiziano, Rubens o Velázquez y las armaduras que sirvieron de modelo para los cuadros donde se ofrecía una imagen poderosa de los reyes de la Monarquía Hispánica.
¿Cómo nace la idea de exponer las armaduras originales junto a las pinturas en las que aparecen reflejadas?
La exposición nace de un proyecto entre Patrimonio Nacional, la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX) y la National Gallery de Washington, pero, en principio, iba dirigido a tratar el tema de las armaduras y las pinturas en las colecciones españolas desde un punto de vista muy dirigido al público estadounidense. Entre otras cosas, la muestra tuvo allí una introducción histórica que aquí no tiene. Hacer este proyecto en el Prado, teniendo a la Real Armería tan cerca y en la misma ciudad, nos permitía juntar absolutamente todo lo que tiene relación, todos los puntos en común entre ambas artes. La conjunción de elementos que hay aquí, apoyado con piezas de otras colecciones que considerábamos importantes para apoyar el discurso, es única y no sé si algún día se podrá volver a repetir.
¿Ha existido algún proyecto similar antes de esta exposición?
Las armaduras y las pinturas han convivido en casos muy esporádicos. En muy contadas ocasiones. En cualquier caso, nunca se había realizado una monográfica de armaduras y pinturas que haya tratado dos colecciones con el mismo origen, porque hay que pensar que ambas estuvieron juntas durante 300 años y que se trata de volver a unir lo que un día se separó.
¿Qué valor añadido tiene que se pueda comparar la armadura real con su representación en la pintura?
En realidad, tiene dos valores, según se mire desde el punto de vista de las armaduras o de las pinturas. Empezamos a trabajar con la pintura, entre otras cosas, porque nos proporcionaba información sobre cosas que se habían perdido en las armaduras. Eso es muy importante: la pintura tiene un valor documental. Por otro lado, el hecho de que la armadura aparezca en la pintura, y esto es válido para las dos colecciones, ejemplifica la importancia que le daban los contemporáneos y las personas que las encargaban. Es decir, Carlos V en Mühlberg se representa con fidelidad a la armadura de Mühlberg, por lo tanto, ambos están conmemorando un hecho político, lo que da la medida del rango que tenían en su época como objetos conmemorativos ligados al aparato de propaganda de la monarquía.
Y respecto a la pintura…
Desde el punto de vista de la pintura, el hecho de poder identificar una armadura determinada que sabemos que participó en un hecho político concreto le está dando un nuevo valor al cuadro. Le concede una carga histórica añadida. También permite ver cómo trabajaban estos pintores, cómo Tiziano se enfrentaba a una armadura de la Colección Real, o cómo lo hacían Rubens, Velázquez… porque no todos los pintores lo hacían igual. Mostrar pinturas y armaduras en paralelo permite hacer reflexiones en paralelo y se enriquecen mutuamente.
¿Qué importancia tenía la armadura en la época?
En el siglo XVI, la importancia de la armadura era clarísimamente superior a la de la pintura; en pleno Renacimiento no hay ninguna duda. Existe una razón muy simple. Las armaduras son, al fin y al cabo, obras que ellos llevaban y que estaban decoradas de una forma muy determinada, que transmitían su poder, la historia de su familia y todos los modelos de la antigüedad clásica o del cristianismo a los que se querían parecer. Para ellos, la armadura estaba por encima de todo y llegaron a ser los objetos que mejor representaban el poder de la persona que la llevaba. Desde ese punto de vista, eran muchísimo más importantes que la obra de cualquier pintor.
¿Los pintores se llegaban a sentir intimidados al representar las armaduras en sus lienzos?
No. Creo que era mutuo el respeto entre armeros y pintores. Pintores como Alberto Durero o Giulio Romano trabajaron haciendo patrones decorativos para las armaduras de los Habsburgo, diseñan armaduras... Esta exposición se abre con uno de los escudos, un retrato de Carlos V, cuyo dibujo hizo Giulio Romano, así que un pintor está proporcionando el motivo decorativo de una armadura. Se tienen un respeto mutuo, lo que pasa que es mucho más costoso elaborar una armadura que pintar un lienzo.
Maximiliano I fue el primer monarca que se dio cuenta de que la armadura podía servir para algo más y ser utilizada como objeto de propaganda. ¿Cómo se llega de la nada a esa idea?Maximiliano fue educado en la Corte de Borgoña y durante todo el siglo XV los torneos eran muy importantes en la vida diaria de la Corte. Esa mentalidad caballeresca heredada de la Edad Media alcanza su máximo apogeo en este momento, aunque, al mismo tiempo, empieza a morir. Toda esa mentalidad se traducía en estos juegos y él es educado en esa mentalidad. Sin embargo, también es el primero que se da cuenta de que, a diferencia de lo que ocurre con una armadura sin decorar, que aún así eran muy espectaculares, si, además, la decoras podías transmitir una serie de mensajes a tus contemporáneos. Maximiliano empieza a decorar sus armas poniendo el Toisón de Oro y añadiendo un águila en las superficies de sus cascos e, incluso, en las cabezas de sus caballos. A partir de ahí se da cuenta de que igual que soporta eso, una armadura también soporta motivos referentes a la antigüedad clásica y a la tradición cristiana que se refieren a los héroes de la antigüedad, de la Biblia, motivos que hablan de la virtud que ha de tener un gobernante: ser justo, de carácter templado… se dio cuenta, en definitiva, de que podía transmitir un mensaje con su armadura.
¿Fue la moda de la época?
Los temas que aparecen en las armaduras son, en realidad, similares a los que ahora lleva un chico que lleva una camiseta de Los Ramones y que se diferencia de otro que pone Flower Power, uno puede ser hippie, el otro heavy y para un contemporáneo esas lecturas son inmediatas. Eso es lo que ellos intentaban transmitir. Al mismo tiempo, hay una vinculación muy importante entre las armaduras y el vestido contemporáneo, todas esas fajas grabadas no hacen más que imitar los trajes de corte de tela. Es moda en acero. Están transmitiendo a la armadura todo lo que es la moda contemporánea. Aunque pueda sonar a chiste, es como si en la Pasarela Cibeles ves a una modelo con un traje de camuflaje, una cosa que empieza siendo militar y que es militar pasa a la alta costura, esto es igual, la armadura tiene exactamente la misma lectura.
¿Qué espera que cambie en la conciencia del espectador tras ver la exposición?
En Washington la reacción fue muy buena. Tuvimos 250.000 visitantes. Aquí, en Madrid, sería feliz si el público se lleva la idea de que las principales pinturas conmemorativas o representativas de lo que es la historia del arte europeo en el Renacimiento y vinculadas a la Monarquía Hispánica tienen detrás un objeto que en la realidad existe, no que existió, sino que existe. Tanto uno como otro remiten a unos hechos muy importantes en la historia de nuestro país y de Europa.
Madrid. El arte del poder. La Real Armería y el retrato de corte. Museo del Prado.
Del 9 de marzo al 23 de mayo de 2010.
Comisario: Álvaro Soler del Campo, conservador jefe de la Real Armería de Madrid (Patrimonio Nacional).
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