Publicado en El Mundo
Olalla Cernuda
En el año 332 a.C, Tiro era la ciudad-estado fenicia más importante. Tenía cerca de 40.000 habitantes, que basaban parte de su prosperidad económica en la envidiable situación geográfica de la isla, con dos puertos fortificados ubicados frente a la costa y rodeada por una gigantesca muralla de unos 45 metros de alto. Unos elementos que lograron que el prácticamente invencible Alejandro Magno tardara casi siete meses en tomarla. Y no lo hizo sólo gracias a sus tropas. Las fuerzas de la Naturaleza jugaron un importante papel.
Según un estudio del Centro Europeo de Investigación y Enseñanza de Geociencias del Medioambiente en Aix-en-Provence (Francia of the National Academy of Sciences' (PNAS), además de la 'maña' de los ingenieros del conquistador macedonio, que construyeron un paso elevado de un kilómetro que unía el territorio fenicio a la antigua isla de Tiro, al sur de Beirut (Lïbano), las fuerzas de la Naturaleza se pusieron de su lado para permitirle tomar la ciudad.
Los científicos, dirigidos por el doctor Nick Marriner, analizaron los registros de sedimentos costeros de los pasados 10.000 años para descubrir cómo los ingenieros de Alejandro aprovecharon un puente de arena natural, que se generaba mediante grandes restos de sedimentos y olas de baja fuerza, para formar un vínculo permanente con el continente.
Según los autores, hace entre 8.000 y 6.000 años existían entornos marinos poco profundos entre los seis kilómetros que separaban la isla del continente. Fue entonces cuando una desaceleración de la subida del nivel del mar postglaciar y la dispersión de las energías de la solas en Tiro provocaron un crecimiento natural de un banco de arena que unía la isla con el litoral.
Tiro era uno de los mayores objetos de deseo del incansable conquistador macedonio, que quería asegurarse el control de la costa mediterránea para luego proseguir su avance hacia Oriente sin temor a los persas. Y todo ello pasaba por tomar una ciudad que parecía perfectamente asegurada.
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