Begoña Castiella
El próximo sábado, el presidente de la República griega, Carolos Papulias, ante varios Jefes de Estado y Gobierno y muchas personalidades internacionales, inaugurará en Atenas el nuevo Museo de la Acrópolis, situado en las faldas de la colina donde se encuentra el conjunto arquitectónico que incluye, entre otros tesoros del arte universal, los templos del Partenón, el de Atenea Victoriosa y el Erecteión. Se trata de un edificio de cristal y hormigón diseñado por el arquitecto suizo Bernard Tschumi y su socio griego Mijalis Fotiadis, con luz natural que entra por sus paredes de cristal. En total, varios pisos en equilibrio sobre las excavaciones de restos arqueológicos de la ciudad de Atenas de distintos siglos antes de Cristo. El presidente del organismo del nuevo museo es el destacado arqueólogo Dimitis Pandermalis.
La idea de crear un nuevo museo para las esculturas de mármol de la Acrópolis viene de lejos, tras comprobarse que el museo que se encontraba a pocos metros del Partenón -y construido a escala reducida adrede- se había quedado muy pequeño. Pero fue Melina Mercuri, la artista convertida en apasionada ministra de Cultura con el socialista Andreas Papandreu, quien convirtió la idea en un proyecto, convocando un concurso internacional en 1989 para construir el nuevo museo.
Melina Mercuri estaba empeñada en conseguir que regresaran a Grecia los denominados Mármoles de Elgin, aquellos que el séptimo Lord Elgin, embajador entre 1799 y 1803 ante la Sublime Puerta (es decir ante el imperio otomano, con capital en Constantinopla) mandó serrar y arrancar del Partenón. Después de muchas peripecias (incluido un naufragio), estos mármoles acabaron en su finca inglesa y finalmente la Corona los compró en 1816 por 35.000 libras esterlinas. Fueron expuestos en el Museo Británico nada menos que 56 de los 94 paneles del Partenón esculpidos por Fidias que se conservan (36 están en Atenas), 15 paneles de las metopas (sobre la batalla entre Lapitas y Centauros), 17 estatutas de los pedimentos del lado este y oeste, una Cariátide y una columna del Erecteión, varias partes del Templo de Atenea Victoriosa y otros fragmentos.
Melina Mercuri
El concurso internacional convocado en época de Melina Mercuri tuvo un ganador: un equipo italiano, pero con las labores de excavación de los cimientos se descubrieron importantes vestigios arqueológicos. El proyecto no era viable sin importantes cambios. Entraron los arqueólogos, que paralizaron las obras, hubo una nueva polémica para cambiar de sitio el proyecto... y finalmente fue aprobado tras un último concurso el proyecto de Tschumi, que vive habitualmente en Nueva York, con su socio griego Mijalis Fotiadis, comenzando las obras en noviembre de 2004. El lugar elegido por el Estado es una manzana situada cerca del edificio Weiler, un antiguo hospital militar en el que ahora se encuentran las oficinas del Departamento Arqueológico (Eforato) de la Acrópolis, a pocos metros del paseo peatonal de Dionisio Aeropagita.
Ahora, el visitante disfrutará de un edificio moderno y muy oscuro por fuera, de cristal y hormigón gris pulido, sobre las excavaciones que se pueden admirar mirando al suelo, ya que están protegidas por vidrios (y en el futuro se podrán visitar). La entrada, un atrio con tienda y otras instalaciones, incluyendo un auditorio, recrea la idea de subir la colina de la Acrópolis siguiendo el trayecto antiguo de las fiestas dedicadas a la diosa Atenea.
En la rampa de subida se ven partes de distintos santuarios, y en un palco a las Cariátides, incluyendo una copia de la británica. Y unos metros después, una sala abierta con columnas y paredes de cristal y las mejores obras de la escultura clásica. A escala humana y con luz natural, una maravilla.
Muros acristalados
Y, subiendo aún más, otra sala, esta vez alineada no con la calle peatonal, sino con el propio Partenón y con las mismas dimensiones que el templo, con los magníficos frisos, parte original y parte copias exactas de las británicas. El visitante se sobrecoge viendo la perfección de los relieves esculpidos . Y los muros son cristales que permiten ver la Acrópolis a vuelo de pájaro.
Tschumi dejó bien claro que él no estaba interesado en hacer una copia mala del Partenón, sino un edificio del siglo XXI con un nivel de perfección parecido. El resultado es espectacular, aunque choca con el resto de las casas de la zona, unas casas de pisos mas bien feas. Lo que más luce desde la terraza es la Cancillería de la Embajada de España, un edificio neoclásico restaurado. Y debido a la crisis, las fiestas previstas para la inauguración se han reducido notablemente. Los griegos, empezando por el ministro de Cultura, Andonis Samaras, esperan que este museo y su exposición permanente de esculturas de la Acrópolis ayuden al regreso de las piezas de Londres.
Con este museo la polémica sobre la devolución de obras de arte a su lugar de origen continúa.
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