Publicado en El Pueblo de Ceuta
Sergio Cobos
La particularidad de concentrar tanta información sobre épocas pasadas en un espacio de terreno tan reducido ensalza a la ‘Cabililla de Benzú’ como uno de los enclaves arqueológicos más ricos de Europa. El último paso dado por los investigadores sobre esta localizacion ha sido la memoria de los trabajos efectuados en 2006 y 2007, que presentarán a la Ciudad “en unas tres semanas” y de la cual se extrae la existencia de rinocerontes, así como la caza de aves por parte de sus pobladores.
Antes de salir del laboratorio, diversos restos recuperados durante la prospección en la cueva y en el abrigo de Benzú entre 2006 y 2007 hablan sobre la caza de aves en este paraje, así como la existencia de rinocerontes durante el Neolítico. Estos datos, entre otros, fueron avazados ayer para EL PUEBLO por uno de los responsables de los trabajos en esta Atapuerca del norte de África y profesor titular de Arqueología de la Universidad de Cádiz, José Ramos, que accedió a arrojar luz sobre la memoria que llegará a manos de la Consejería de Cultura de la Ciudad “dentro de unas tres semanas aproximadamente”.
Ramos expresó que las investigaciones de un especialista de la Universidad de Granada, José Antonio Riquelme, consiguieron determinar el tipo de animales de gran tamaño que pisaron el emplazamiento y sus alrededores en el VIII milenio antes de Cristo, mientras que el estudio de las aves corrió a cargo de un representante del Museo de Ciencias Naturales de España, Antonio Sánchez Marcos.
Ramos considera que lo hallado sobre fauna en la cueva de Benzú arroja “datos muy interesantes”, puesto que confirman la existencia de perisodáctilos, término con que se conoce científicamente a los miembros de las tres familias de mamíferos con pezuña: los caballos, los tapires y los rinocerontes. Precisamente, los restos sobre vida animal corresponden a éste último, aunque las pruebas en el laboratorio también determinaron que el terreno estuvo habitado por gacelas, jabalíes y por el ammotragus, bóvido nativo de las zonas rocosas del Sahara y el Magreb cuya fisonomía recuerda vagamente al de una cabra montesa con los cuernos en forma de aureola. “Este tipo de fauna delata que se trató, durante el Neolítico, de un espacio muy abierto y de frondosos bosques”, agregó José Ramos.
Además de estas evidencias vitales, la morfología de los restos y los trazos óseos en forma de corte conducen a pensar “en los pobladores humanos como un pueblo cazador”, en una tierra donde, además, hienas y perros acamparon a sus anchas aunque sin ningún tipo de relación con el hombre, puesto que “no hay pruebas definitivas de algún proceso de domesticación”. En cuanto a la fauna de mediano tamaño, Riquelme logró determinar un asentamiento de zorros, así como de menor tamaño, como la jineta, que es un animal parecido a una ardilla y que vive en solitario, posee hábitos nocturnos pasa gran parte del día en el interior de la madriguera o entre las rocas. Liebres y conejos pasaron revista en los laboratorios de la Universidad de Cádiz, además del puercoespín, una camada de animales de los cuales se ofrecerán más detalles a través del estudio taxonómico que se presentará a los técnicos de Cultura “en un espacio de unas tres semanas”, un informe “muy sólido” que corroborará lo que ya se pensaba en voz baja: que la cueva fue ocupada durante el Neolítico tanto por humanos como por animales y que, todavía en esta época, se siguió cazando con un peso significativo.
Caza de aves
Hace unos ocho mil años no había escopetas, nisiquiera tirachinas. Pero parece que el hambre ya agudizó en este momento el ingenio de estos primeros cazadores de aves, residentes en las inmediaciones de la ‘Cabililla de Benzú’. Ramos considera que los datos que arrojan las investigaciones en torno a los restos de aves aparecidos en diversos estratos de terreno en la cueva “fueron cazados, atendiendo al procesamiento de los huesos, el tipo de rotura”, una radiografía que ha permitido conocer hasta su sexo y edad. En este apartado, Sánchez Marco, coordinó desde el Museo de Ciencias Naturales, centró la directriz de los estudios sobre aves en su movilidad a lo largo del Estrecho de Gibraltar durante la época neolítica. La síntesis que Sánchez Marcos aporta es que “no hay aves domésticas, sino algunos ejemplares de la familia de los pasediformes”, un conjunto avícola en que se enmarcan los actuales jilgueros y gorriones comunes.
También se han encontrado evidencias de la presencia de aves marinas e, “incluso, de algún que otro animal ya extinto” del cual dará cuenta el futuro informe sobre la memoria de los trabajos en la cueva y el abrigo de Benzú, uno de los enclaves arqueólogicos más ricos de Europa en cuanto al conjunto de información reunida en una proporción tan pequeña de terreno.
Un investigador de Atapuerca siguió los trabajos en la ‘Cabililla’
Los trabajos y estudios centrados en la fauna de la ‘Cabililla de Benzú’ fueron seguidos de cerca por un investigador relacionado con la investigación en Atapuerca, el profesor titular de Prehistoria de la Universidad de Burgos, Carlos Díez. Junto a un representante del Instituto Geominero de España, Alfonso Arribas, Díez tiene la responsabilidad de vigilar con celo los trabajos de examen de los restos hallados, que se enviaron a Tarragona para ser procesados por dos técnicos de la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona, a manos de los investigadores especializados en Historia Alex Solí y Jaume Vilalta. Ellos prepararán las piezas antesde que marchen de camino para el Museo de Ceuta.
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