María Jesús Corrales
Hace 100.000 años, los neandertales de la Península Ibérica convivían y se alimentaban de animales que hoy habitan en África, como hienas manchadas, leones, panteras o rinocerontes. Pero, además, los paleontólogos del conjunto de yacimientos de Pinilla del Valle, en la sierra de Madrid, han encontrado fósiles de animales tan termófilos que sólo sobreviven en climas cálidos y húmedos como la tortuga mediterránea (Testudo hermanni) o el puercoespín.
Era un pedazo de África en el interior peninsular, y a más de mil metros de altitud, en el entorno del río Lozoya. Los investigadores estudian ahora el papel determinante que tuvo el clima en la singular presencia de estos animales templados.
"La tortuga mediterránea no puede reproducirse en zonas como esta porque las temperaturas impiden que los huevos eclosionen; no lo hacen por debajo de los 22ºC. Este hecho ya es significativo respecto a la climatología de la zona", explica Juan Luis Arsuaga, paleontólogo y codirector de la excavación junto al arqueólogo y director del Museo Arqueológico de Madrid, Enrique Baquedano, y el geoarqueólogo Alfredo Pérez González.
De hecho, se han datado fósiles de la misma época en yacimientos meridionales como en Barcelona pero no en el centro de la Península ni a tal altitud. En la actualidad, esta especie de tortuga se encuentra en España sólo en ciertos puntos de la costa catalana y en las islas Baleares.
La presencia de la tortuga mediterránea y el puercoespín coincide, además, con numerosos ejemplares de gamo (Dama dama), que confirman esas condiciones climatológicas y aportan información sobre un ambiente boscoso mediterráneo, que los análisis polínicos deben corroborar.
Un yacimiento "único"
Arsuaga califica el yacimiento como "único" debido a la superabundancia de gamos, porque a esta especie "pertenece la mayor parte de los fósiles de herbívoros encontrados, más de la mitad, en una abundancia comparable a un yacimiento situado en Israel o el Mediterráneo Oriental, no al interior peninsular", afirma.
La zona debió de ser una especie de paraje africano, con condiciones ambientales similares a la actual costa mediterránea, y en el que los neandertales y los animales carnívoros como hienas, leones, panteras, linces y osos pardos (Ursus prearctos) competían de forma feroz por piezas como los gamos, pero también por rinocerontes, uros, caballos, corzos, ciervos y rebecos. Sus fósiles son los que ahora analiza el equipo de la excavación.
Según el herbivorista de Pinilla, Diego Álvarez, las especies de herbívoros halladas en el yacimiento, y los estudios paleoambientales realizados, indican una climatología templada y un ambiente compuesto por zonas boscosas, donde se encontrarían el gamo, el jabalí, el corzo y el uro; áreas cubiertas de vegetación herbácea, que ocupaban caballos y rinocerontes; y áreas de cumbres y riscos que proporcionarían su hábitat al rebeco.
Otra valiosa información que analizan minuciosamente los micropaleontólogos es la de más de treinta especies de micromamíferos de la Cueva del Camino una de las tres que conforman la excavación, porque los restos de los pequeños mamíferos aportan importantes datos sobre la reconstrucción del medio ambiente en épocas pasadas, debido a su rápida adaptación a los cambios ambientales.
Predominan el topillo mediterráneo, el topillo campesino y el conejo. La Cueva del Camino es el yacimiento más diverso de la Península en cuanto a microfauna, según César Laplana, especialista en roedores fósiles del Museo Arqueológico Regional de Madrid.
El hallazgo de todos estos fósiles hizo pensar a arqueólogos y paleontólogos que el yacimiento podía ser más reciente de los 200.000 años en que se había fechado en un principio por los primeros investigadores del proyecto, que el actual equipo empezó a dirigir en 2002.
Se han utilizado pruebas de termoluminiscencia datación por radiación para saber en qué momento fueron habitadas las tres cuevas. Así han podido probar que las hienas ocuparon la cueva del Camino hace 90.000 años, y la de la Buena Pinta, hace 63.000, mientras que los neandertales vivieron en el abrigo de Navalmaíllo hace 77.000. "Desde Camino hasta Buena Pinta vamos hacia un progresivo enfriamiento, lo que indica que se ocuparon en momentos distintos", explica Baquedano.
La presencia de restos de animales tan marcadores del clima ha llevado a algunos paleontólogos a pensar que en ese momento se produjo un pico cálido incluso mayor de lo que se esperaba en el caso de Pinilla, según Nuria García, una de las paleontólogas de la excavación.
Los expertos barajan la posibilidad de que la situación del yacimiento, encajado en el valle del Lozoya, hubiera favorecido un microambiente durante esa época. Sin embargo, esa ubicación no sirvió a sus habitantes para librarse de las condiciones extremas de frío durante las glaciaciones del Cuaternario.
Fue precisamente un gran cambio climático a finales del Pleistoceno el que acabó con aquella numerosa y diversa fauna, que también se transformó con el clima. Desaparecieron muchos de los herbívoros y carnívoros, incluso las voraces hienas, "por una combinación de tres factores: el cambio climático, el cambio de fauna y la competencia por las presas con los homínidos", apunta Baquedano. Una batalla que, al final, ganó el homínido.
Coprolitos para conocer el clima
Los registros de polen en los coprolitos de hiena –heces fosilizadas– proporcionan pistas valiosas sobre el medio ambiente del pasado, porque ayudan a interpretar el clima del lugar en el que se encuentran de forma muy detallada. El polen llega a los coprolitos a través de la dieta de los herbívoros de los que se alimentaban las hienas.
La ventaja de esta técnica de investigación es el gran número de registros que existen. En las cuevas de Gorham’s y Vanguard, en Gibraltar, por ejemplo, los coprolitos han servido para reconstruir el paisaje exterior de las cuevas durante el final del Pleistoceno, por primera vez, de forma cuantitativa.
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