Jesús García Calero
Los cazatesoros ya no son bienvenidos en España, ni siquiera de visita para facilitar información de antiguos naufragios. Después de la polémica por el presunto expolio de Odyssey en el Estrecho de Gibraltar, el Gobierno ha puesto en marcha un plan para que los barcos de la Armada empiecen a buscar y proteger pecios históricos desde esta misma primavera, según ha podido saber ABC de fuentes de toda solvencia en el Ministerio de Defensa. Al parecer, la ministra Carme Chacón ultima estos días un convenio con el Ministerio de Cultura, abierto a la colaboración de las Comunidades Autónomas, para poner a disposición del Plan Nacional de Arqueología Subacuática dos tipos de buques de la Armada Española, un cazaminas de la clase Segura y el buque de rescate y buceo Neptuno.
La primera información sobre los planes del Gobierno saltó a la luz durante la toma de posesión del nuevo director general de Relaciones Institucionales de Defensa, Santos Castro, el pasado 12 de enero. Aquel día, la ministra Chacón le encomendó como prioridad la participación de la Armada en la preservación de nuestro Patrimonio sumergido. Dicho y hecho. Un mes después, la colaboración de la Armada ya está definida por el AJEMA, y el convenio con el Ministerio de Cultura, por valor de 250.000 euros, es inminente.
El plan no puede ser más ambicioso, puesto que no se limita a una actuación puntual, sino que asegura la continuidad de esta colaboración por medio de varias iniciativas. Para empezar, se han elegido dos pecios de gran importancia cuya localización y excavación será el primer objetivo. Se trata del Reina Regente, en aguas de la Bahía de Cádiz, y el Santo Cristo del Maracaibo, un galeón hundido al sur de las Islas Cíes.
El primero es un barco de especial valor para la Armada, un crucero de primera clase que naufragó, dejando numeroso misterios, en medio de un temporal con 412 marinos a bordo cuando regresaba de su última misión en Tánger, el 9 de marzo de 1895. El segundo es un galeón capturado en la batalla de Rande de 1702 y hundido mientras era remolcado a Inglaterra. Será el primer buque de la flota americana de la plata excavado con criterios arqueológicos.
Aún falta por definir el orden y los detalles de esta ambiciosa intervención, pero en las conversaciones preliminares que han dado lugar al plan ha quedado patente la idoneidad de comenzar los trabajos en la Bahía de Cádiz, dejando el galeón para una segunda fase. La pérdida de ese buque fue muy gravosa para la Armada y han sido muchos los esfuerzos dedicados hasta ahora para tratar de encontrar sus restos.
Con estas primeras actuaciones se ha terminado la tan criticada incuria de la Administración con el Patrimonio subacuático, un debate que arreció y llegó al Parlamento en la legislatura pasada, al tiempo que la polémica por el presunto expolio de Odyssey. Ya entonces se perfilaba como única opción la participación de la Armada en estas misiones llamadas a hacer historia, nuestra historia, y a impedir que los cazatesoros la deshagan. Por ello, Defensa, Cultura y las autoridades de Patrimonio de Galicia y Andalucía unirán sus esfuerzos para que un equipo formado por los arqueólogos y científicos más el personal técnico y especialistas de la Armada inauguren esta nueva era de conocimiento de nuestra memoria naval. También inminente será la organización de unas jornadas de defensa del Patrimonio a celebrar en Cádiz, que reunirá a expertos para abordar los protocolos de trabajo.
Pero eso no es todo. España no conoce con detalle los lugares donde yace su Patrimonio sumergido, y el siguiente paso, para el que se precisará la colaboración de todas las Autonomías marítimas, será el levantamiento de la carta arqueológica completa y compatible de las aguas de soberanía española. Es decir, 24 millas desde la costa. Una vez más el papel de la Armada será insustituible. Es cierto que en algunas Autonomías ya se ha avanzado en este terreno, pero ahora se trata de conjuntar esfuerzos y lograr la máxima protección de los yacimientos que existen en nuestras aguas.
Los buques cazaminas y el Neptuno llevan a bordo la tecnología necesaria para la exploración del fondo marino y sus dotaciones son expertas en ese trabajo. Los cazaminas cuentan con sónares de barrido lateral y sondas multihaz, ROV y otros asombrosos equipos de detección. Además, el Neptuno cuenta con los medios de buceo más sofisticados.
En conjunto, ambas dotaciones, codo con codo con la sociedad civil, pondrán en marcha un proyecto cuya lógica ambición, más que confesable, será la construcción de un barco que reúna las últimas tecnologías, equipos y medios para estos cometidos, un buque cuyo coste podría alcanzar —según un calculo que ya se ha hecho— más de cuarenta millones de euros, y al que todos miran como un horizonte asequible en el futuro. Sería una oportunidad de renovar los equipos existentes y acceder a otros nuevos. Hay más buques de utilización conjunta por la Armada y los científicos españoles cuyo rumbo se trata de seguir con esta idea.
Entre tanto, queda mucho trabajo por hacer, pero la mejor noticia es ésa, que el proyecto que va a proteger el Patrimonio que los cazatesoros pusieron hace casi dos años en jaque ya está en marcha y va a cambiar la faz de la arqueología subacuática en nuestro país, dando además un ejemplo de colaboración entre instituciones. No se puede pedir más.
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