Antonio Madridejos
Los neandertales del Paleolítico medio emplearon un paraje del actual municipio de Capellades, en la comarca del Anoia, como habitual campamento de descanso. Allí, junto a un valle encajonado, se guarecían de la lluvia, comían, encendían fuego, planificaban la ruta y dormían. A veces pasaban varios días, aunque no era lo habitual. Los robustos cazadores desaparecieron para siempre de la Cinglera del Capelló, que es el nombre del paraje, pero las huellas dejadas por aquella ocupación, que se prolongó durante 40.000 años, nunca se esfumaron por completo.
En agosto de 1909, el industrial papelero y erudito local Amador Romaní, arqueólogo autodidacto, informó de que allí, en la Cinglera del Capelló, bajo toneladas de sedimentos, había descubierto algo muy interesante. No iba errado. Romaní dejó plasmadas sus impresiones en una pequeña joya editada por primera vez en 1995, el cuaderno Atles de Prehistòria.
La fisonomía del valle ha cambiado por completo al cumplirse un siglo del descubrimiento. Decenas de paleontólogos han trabajado este verano en el yacimiento, bautizado como Abric Romaní en honor a su descubridor, buscando herramientas de piedra y madera, huesos de animales consumidos o cualquier otro resto que ayude a conocer el pasado neandertal. En Capellades se han conservado hasta trozos de madera carbonizada, restos inequívocos de hogueras.
Tecnología puntera
En el yacimiento se excava de forma más o menos ininterrumpida desde los tiempos de Amador Romaní, pero el ritmo profesional de la actualidad comenzó hace dos décadas. Ahora se trabaja con disciplina, moderna tecnología y rigor científico, a la manera de Atapuerca, bajo la batuta de Eudald Carbonell y otros investigadores del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social (IPHES). Se filtra todo buscando pequeñas lascas de sílex e incluso las falanges de los roedores.
La aparición de incontables piezas vinculadas a la cultura neandertal ha convertido el yacimiento en un referente internacional. Es difícil encontrar en algún otro lugar una sucesión de estratos tan completa, 20 metros de profundidad, desde la época romana hasta 90.000 años de antigüedad, y un área potencial de trabajo tan amplia. Este año, por ejemplo, se han encontrado restos de una decena de nuevas hogueras, así como valiosos huesos de ciervos, caballos y bóvidos, algunos con restos de haber sido apurados con los dientes.
Los esfuerzos actuales se concentran en unos 200 metros cuadrados, pero el yacimiento tiende a crecer hacia el norte. ¿Cuántos años quedan por delante? «Muchos –comenta con seguridad Carbonell–. Esto es mucho más grande de lo que pensábamos. No vemos dónde acabará». Por ahora no han aparecido huesos humanos, es cierto, «pero quién entierra a los suyos al lado del hogar y el comedor», insiste el jefe de las excavaciones. Ello no le resta valor.
El yacimiento tiene muchas singularidades, pero posiblemente la principal es la conservación de las numerosas piezas de madera y los hogares de fuego, rarísimos en el registro fósil mundial. El milagro lo obró la rápida sedimentación, la acumulación de tierra y rocas caídos sobre los restos. El abrigó se colapsó definitivamente hace 35.000 años, prosigue Carbonell.
El futuro museo
El Abric Romaní celebra su centenario con la inauguración en octubre de un recorrido didáctico, explica Raül Bartrolí, técnico de patrimonio del Ayuntamiento de Capellades. Aunque llega con un retraso evidente, Bartrolí está convencido de que la espera habrá valido la pena: se trata de un itinerario de 1,1 kilómetros que permitirá contemplar en directo el estado de las excavaciones y estará acompañado de paneles explicativos. Habrá también talleres que enseñarán a fabricar herramientas de sílex y a tirar con un arco a la (supuesta) manera neandertal. La visita durará hora y media. En los días 6 y 9 de octubre se celebrará también un congreso internacional en Tarragona y Capellades .
Más adelante, pero no antes de tres años, la visita se complementará con un ambicioso museo, que será el primero de Catalunya dedicado en exclusiva a los neandertales, así como un centro de investigación, un jardín y un edificio de recepción-tienda. Todo ello formará parte de una visita completa. «Estamos en conversaciones con Madrid porque es un proyecto que les interesa mucho», concluye Bartrolí. Pero, claro, se necesitan al menos seis millones de euros.
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