El equipo español del grupo de trabajo en arqueosismología y paleosismologia del Programa Internacional de Geociencias (ICGP) de la Unesco ha presentado la primera metodología geológica con la que se sientan las bases para el estudio reglado de las deformaciones producidas por terremotos en los yacimientos arqueológicos durante el primer encuentro internacional en arqueosismología, que se celebra entre los días 7 y 13 de septiembre en las ruinas de Baelo Claudia (Tarifa, Cádiz).
La tabla metodológica Earthquake Archaeological Effects (EAE) que se presenta sirve tanto para identificar deformaciones producidas por terremotos como para descartar otras posibles causas de abandonos o deterioros de estas poblaciones, y se complementa con una guía para aplicar el análisis estructural geológico en ruinas, que permitirá identificar, clasificar y medir las deformaciones de Baelo Claudia a los 80 estudiantes, que se han apuntado al taller formativo que se desarrollará en los últimos días de este encuentro internacional.
“Lo importante es saber que se produjo un terremoto y si uno observa deformaciones sísmicas en un yacimiento está claro que el terremoto que las produjo fue destructivo, independientemente de la cantidad de energía que se liberara” explica Miguel Ángel Rodríguez Pascua, investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) “y esto es lo más importante que nos puede ofrecer esta metodología: localizar terremotos que fueron destructivos”.
“El catálogo sísmico todavía está cojo” indica Rodríguez Pascua “los periodos de recurrencia y los periodos de retorno no se conocen con precisión puesto que, en el mejor de los casos, sólo se cuenta con 100 años de registro instrumental”. En países como Italia se podría llegar a 2.000 años de registro histórico, pero en España sería complicado ir más allá de la reconquista, ya que se perdió mucha información con la destrucción de bibliotecas. Así que, los datos sísmicos de nuestro registro histórico están muy sesgados, y para periodos más amplios, de 5.000, 6.000 ó 10.000 años, hay muy poca información.
Máxime, si se tiene en cuenta que hay fallas que se mueven y pueden provocar terremotos cada 100 ó 200 años “y ahora mismo no tenemos ni idea de donde están ni de que son capaces de provocar un terremoto. Por eso la arqueología, la geología y la geofísica no pueden ser departamentos estancos sino sumamente permeables y esa es la clave del buen funcionamiento que se está produciendo en otros países como Estados Unidos.” afirma el investigador del IGME.
El IGME ha coordinado la elaboración de esta nueva metodología EAE, pero para su elaboración se ha realizado una puesta en común entre los trabajos realizados por equipos multidisciplinares de investigadores en el yacimiento arqueológico del Tolmo de Minateda (Albacete) y en las ruinas de Baelo Claudia. Los Trabajos de Baelo han sido liderados por el investigador de la Universidad de Salamanca (Usal), Pablo Silva Barroso en colaboración con el CSIC y La UNED, principalmente. Silva Barroso (Usal) ha sido uno de los pioneros de la arqueosismolgoía en España y es el coordinador español del IGCP 567 de la UNESCO. El yacimiento de Baelo Claudia también ha sido el primero en ser estudiado y ha demostrado ser un auténtico laboratorio natural, donde se ha desarrollado gran parte de la metodología desarrollada desde el IGME en conjunto con la Usal.
La tabla metodológica consta de dos enfoques distintos, por un lado clasifica los efectos que se producen directamente por el terremoto, que serían los efectos directos o cosísmicos, y por el otro, los que se producen después del terremoto. Los primeros nos permiten leer las deformaciones que se producen sobre las edificaciones que se dividen en los efectos cosísmicos geológicos, como el hecho de que una falla rompa la superficie y provoque el deslizamiento de un mosaico romano y los efectos cosísmicos que no están ligados a la geología, ya que afectan a las edificaciones y no al terreno que las soporta, como podría ser el plegamiento de una calle debido a las ondas sísmicas, la caída de columnas orientadas en dirección contraria a la llegada de la onda o la caída de un muro sobre un romano, como se ha encontrado en un yacimiento de Suiza.
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