Publicado en El Periódico
Anna Lluís
Sepultudas bajo la calle de Sant Blai. Necrópolis bajo la plaza de Els Estudis. La mayoría de excavaciones que han localizado restos de Dertusa, la Tortosa romana, han revelado solo indicios de la ciudad de los muertos, porque la que existió para los vivos sigue siendo un misterio que trae de cabeza a los arqueólogos. Tan solo el fragmento de alguna pared, monedas y, eso sí, un espectacular conjunto de lápidas han querido mostrarse a la modernidad para, además, confirmar en sus inscripciones la gran importancia que esa urbe romana debió de tener en la época de expansión del imperio.
«Dertusa era, sin duda, una gran ciudad, especialmente importante como enclave portuario por su ubicación en el río Ebro, que a su vez era la principal vía de circulación de productos hacia y desde la península Ibérica por el Mediterráneo», explica el arqueólogo y profesor de la Universitat Rovira i Virgili Jordi Diloli.
«Disponemos de documentación, datos, escritos de autores clásicos y objetos arqueológicos que dan cuenta de esa ciudad, pero no hemos dado con ella», lamenta el responsable del equipo de excavación que ha encabezado 14 intervenciones desde el 2005. La maldición de los romanos para los arqueólogos se evidencia en que, en cuanto se acercan a lo que podría quedar de la gran Dertusa, aparecen el agua y los lodos. «A la que bajamos a cierta profundidad, sobre los seis metros, topamos con la capa freática que yace bajo la ciudad, lo que dificulta enormemente los trabajos para acceder a los restos antiguos», señala Diloli.
La suerte de los arqueólogos ha topado las últimas semanas con una revelación inesperada. Los trabajos que efectúan en la calle de Sant Felip Neri, en el barrio del Castell, han dejado al descubierto los restos del edificio romano más importante de los hallados hasta ahora.
Espectacular, aseguran los arqueólogos.
Se trata de una pared de 7 metros de longitud –que puede prolongarse hasta unos 15 metros–, muros transversales, estucos blancos, restos de depósitos hidráulicos, una pendiente de lo que podría ser un horno, dos sepulturas que indican que se encontraba extramuros, dos ánforas y un pequeño strigilum que da alguna pista sobre el tipo de edificio que han encontrado. Los especialistas se inclinan a pensar que han localizado una construcción de uso industrial, quizás para la salazón de pescado. El strigilum podía servir para raspar las escamas de sabogas y esturiones atrapados en el Ebro.
Secretos inabarcables
Los secretos parecen aún inabarcables. ¿Dónde estaba el puerto fluvial desde el que los barcos iban a Zaragoza y el interior peninsular o regresaban cargados de productos para el comercio? Al ser una gran ciudad, debería de haber necesariamente un foro, y templos para el culto, y unas termas, quizá algún teatro... ¿Dónde están? Tan solo ha salido a la luz un fragmento de muralla, pero tan corto que ni siquiera da para imaginar hacia dónde se dirigía su trazado.
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