Publicado en La Vanguardia
Esteve Giralt
La actual Tortosa (Baix Ebre) pudo haber sido hace más de 2.000 años la enigmática ciudad de Hibera, un enclave estratégico a orillas del río Ebro que se disputaron cartagineses y romanos durante las Guerras Púnicas. Hasta ahora, de la ciudad de Hibera, que las tropas romanas asediaron pero nunca destruyeron, tan sólo se tenía constancia de su existencia por referencias en textos antiguos. El hallazgo de un muro en el casco antiguo tortosino, de parte de una gran estructura defensiva del siglo VII antes de Cristo semejante a una muralla, se ha convertido en la primera evidencia científica de que Tortosa antes que romana fue una ciudad ibérica, probablemente Hibera.
Los íberos edificaron esta muralla para defenderse de los ataques en una época en la que la actual Tortosa vivió con intensidad los conflictos internacionales derivados de las Guerras Púnicas. Un muro que pudo haber sido testigo de las embestidas del imperio romano, en su avance hacia el interior de la península Ibérica, o de la resistencia de los soldados a las órdenes de Asdrúbal. Se trata de una estructura defensiva importante, construida lejos del núcleo habitado de la presunta Hibera, lo que evidencia que se trataba de una ciudad muy grande y relevante, bien fortificada, según destaca el arqueólogo Jordi Diloli, coordinador de las excavaciones de la Universitat Rovira i Virgili (URV) que han propiciado este hallazgo.
La localización de Hibera se la habían disputado otras ciudades de la ribera del Ebro, como es el caso de Amposta (Montsià). Pero Diloli sostiene que el asentamiento ibérico descubierto en Amposta es demasiado pequeño para poder ser atribuido a una ciudad de la trascendencia de Hibera, cosa que no sucede con Tortosa. La ubicación de la estructura defensiva descubierta ahora indica que los pobladores ibéricos de la capital del Baix Ebre se asentaron en el monte de la Suda, en una extensión amplia, de más de cuatro hectáreas. En la etapa ibérica, un poblado grande ocupaba una superficie de media hectárea, según Diloli, lo que daría idea de la apreciable extensión que tenía Tortosa.
En el siglo I, ya en nuestra Era, Hibera continuó existiendo, para convertirse probablemente después en Dertosa. La actual Tortosa tenía una importancia estratégica clave para Roma, porque permitía acceder desde el río Ebro hacia el interior de la península Ibérica. El Ebro fue utilizado por los romanos para transportar materiales hasta Zaragoza, en la complicada conquista del norte de la península Ibérica, o para abastecer a sus tropas durante las Guerras Numantinas.
El muro descubierto, de grandes piedras donde se han hallado también cerámicas y ánforas fenicias, será conservado, aunque la urbanización de la calle Sant Domènech continuará tal y como estaba previsto. Un panel informativo dejará constancia del trascendente hallazgo arqueológico.
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