En 1994, la ciencia fotográfica de última generación de la NASA empleada en los satélites y las naves espaciales se ponía al servicio de los milenarios rollos del mar Muerto para descifrar con éxito partes hasta entonces ilegibles de los textos más deteriorados. Se cumplía entonces el milagro tecnológico del acceso al contenido de escritos con dos milenios de antigüedad. Testimonios contemporáneos al nacimiento del Cristianismo, voces que arrojaban por fin luz sobre una etapa hasta entonces oscura -del siglo III a.C. al 250 d.C.- del conocimiento bíblico, jamás corregidos, ni tocados hasta su descubrimiento en noviembre de 1947.
Trece años después de aquella colaboración, Greg Bearman -el artífice de aquel ingenio fabuloso, conocido como espectrómetro infrarrojo (CTIS) y desarrollado en el Laboratorio de Propulsión por Reacción de la Agencia Estadounidense, (Pasadena)- se ha desplazado a Jerusalén para participar en el proyecto más ambicioso puesto en marcha por la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) coincidiendo con el sesenta aniversario del hallazgo de los manuscritos: la digitalización de los 40.000 fragmentos. La reproducción que hará posible, con una fidelidad casi inimaginable y el mínimo impacto de todos los originales, un segundo milagro, el del acceso universal a través de internet a cada milímetro de aquella legendaria biblioteca encontrada en las cuevas remotas del Qumram. Cada letra, cada mancha, toda la producción litúrgica, literaria, interpretativa, los calendarios de la comunidad esenia, estarán disponibles a un golpe de clic.
Los rollos ya fueron fotografiados de forma exhaustiva una vez. Najib Albina empleó 17 años en rematar 4.000 planchas. Negativos en vidrio -400 se han roto- o celuloide -afectados por hongos- que se guardan en cajas antiácidas y se escanean cuando alguien solicita una copia. La única evidencia del conjunto son hoy las impresiones, publicadas por la Universidad de Oxford.
Vista la fragilidad de todo lo que afecta a los manuscritos, no sólo la NASA, también otra media docena de expertos seleccionados en todo el planeta, han sido reunidos el pasado mes de noviembre en la Ciudad Santa para participar en este programa dirigido por la máxima responsable del Departamento de Tratamiento y Conservaciones de la AAI, Pnina Shor. En su negociado, los fragmentos que constituyen quizás la más importante revelación arqueológica del siglo XX se guardan entre cristales envueltos en papeles de seda, a 21 grados y humedad constante, dentro de habitaciones ignífugas selladas. La encargada del Archivo Fotográfico, Yael Barschak, muestra a ABC la cámara con la ayuda de Lena Libman, una de las tres únicas personas en el mundo hoy autorizadas a tocar estas piezas. Entre otros, para retirar de ellas con precisión orfebre las secuelas de viejos métodos negligentes de conservación: tiras de celo y esparadrapo, que los primeros manipuladores emplearon para componer el puzzle de algunos rollos. Gomas de pegar, gelatinizadas con el tiempo, que han dejado marcas y deteriorado escrituras que podrían haberse perdido para siempre.
Fin al deterioro
Habida cuenta de aquellos errores, la máxima que inspira la tarea que ha emprendido la Autoridad de Antigüedades es poner fin al deterioro. En el futuro, «con la digitalización podremos parar de una vez de tocarlos o de exponerlos al uso», explica Barschak, pero también podría suponer someter a los manuscritos -80 por ciento realizados en cueros de animal, el resto en papiro- a cualquier procedimiento fotográfico inadecuado, descartados, por supuesto, campos de calor o luces dañinas.
Para ello, amén de la mencionada asistencia de la NASA, la institución ha reclamado en Jerusalén al doctor Yaacov Choueka, profesor emérito de Computación en la Universidad de Bar-Ilan y responsable de la digitalización de los 200.000 fragmentos que componen los llamados «documentos de la Guenizá de El Cairo». También al doctor Ferruccio Petrucci, del departamento de Física de la Universidad de Ferrara, inmerso en el desarrollo de una cámara infrarroja espectroscópica con 16 filtros semejante a la que maneja la Agencia Espacial norteamericana; al jefe del Departamento de Tecnología de la Información de la Biblioteca Universitaria y Nacional Judía de Jerusalén, Orly Simon; aparte de -entre otros- el profesor Simon Tanner, del King´s Digital Consultancy Services de Londres, solicitado para dilucidar cómo elaborar la base de datos que luego será accesible al público, y reconocidos profesionales en el ámbito del escaneo tridimensional.
«Por el momento -indica la responsable del Archivo Fotográfico-, estamos trabajando. La conclusión provisional a la que hemos llegado es que se fotografiará a escala real, de 1:1, con una resolución mínima de 600 puntos/pulgada y con un sistema de tres cámaras en una, que se está estudiando. Creemos que en 2008 se empezará a fotografiar fragmentos».
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