29 marzo 2009

Albarracín muestra sus huellas islámicas

Publicado en El Heraldo
Leonor Franco

Si no fuera por el característico yeso rojo de las casas de Albarracín, algunos torreones y los numerosos materiales aparecidos en las excavaciones del castillo, la presencia de los musulmanes durante siglos en esta localidad turolense hubiese pasado prácticamente desapercibida hoy en día.

Pocas evidencias parecen recordar que Albarracín fue capital de un reino taifal, y, sin embargo, según el gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, la influencia de esta cultura "fue decisiva" en el futuro desarrollo de la ciudad.

Un libro guía -'Albarracín islámico'-, del profesor Antonio Almagro, que acaba de ser editado por la Fundación, pretende aclarar este interrogante y servir de pauta para recorridos turísticos. Su autor recalca que siempre se ha identificado a Albarracín con el pasado musulmán. Incluso se pensó durante lustros que en esta cultura estaba el origen de su nombre. "Y la realidad es que hasta ahora había pocas huellas visibles de ese pasado, y encima su nombre proviene de una familia bereber -Banú Razín- procedente del Norte de África", explicaba Almagro.

La tipología de las casas musulmanas, que, a juicio del profesor de la Escuela de Estudios Árabes de Granada, ha puesto en evidencia las excavaciones realizadas a partir de los años noventa del siglo pasado en el castillo, "permite suponer las razones por las que estas desaparecieron rápidamente". Los edificios, configurados con un patio central, se construyeron, según Almagro, "obedeciendo a un modelo social y cultural más que a una adaptación del medio". Por lo tanto, con el clima de la Sierra, sus moradores lo tuvieron que pasar realmente mal en estas viviendas.

Tampoco contribuyó al mantenimiento de los vestigios islámicos el hecho de que la Reconquista llegase antes a esta localidad que a otras, por ejemplo, del sur de España.

Restos
Escritores como Jacinto Bosch realizaron estudios recopilatorios de los testimonios que existían sobre el Albarracín islámico. Almagro dice que esos textos permiten "esbozar la historia desde el siglo X en adelante". El único vacío histórico que quedaba pendiente, correspondiente al siglo XII, ha podido conocerse gracias a los numerosos restos arquitectónicos y de ajuar aparecidos en el castillo.

A ellos corresponden los alrededor de 300 piezas y fragmentos que constituyen la colección de cerámica islámica del siglo XI, que en estos momentos se expone en el Museo, una muestra que, según Antonio Jiménez, está considerada como la más completa y variada de las conservadas de esa época en España.

La torre del Andador o algunos lienzos rojizos de la muralla son las huellas más visibles del paso de los musulmanes por Albarracín. Antonio Jiménez señaló que precisamente el yeso rojo, que después se usaría para la construcción de todas las edificaciones de Albarracín, es una de las herencias de los antepasados islámicos. El desarrollo de la huerta del entorno del municipio o la rica repostería de la gastronomía local son otros de sus legados.

Jiménez sostiene que las excavaciones del castillo, interrumpidas desde el año pasado por la intervención de la Fundación en otras obras prioritarias, debería continuar en campañas futuras. Agregó que el ángulo oeste de la fortaleza "puede deparar muchas sorpresas todavía".

Estas actuaciones pueden completar la información que ya se tiene del mundo musulmán en Albarracín, y que, según dijo Antonio Almagro, demuestra "el ambiente refinado y culto que allí se vivía".

Una de las piezas más interesantes que se conservan de esa época, el esenciero árabe -expuesto en el Museo de Teruel-, "pone de manifiesto lo notable de su calidad artística".

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