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El Diario MontañésM.A. Pérez Jorrín
Este año no se han movido las espátulas en La Garma, ni en Cueva Morín, ni en El Mirón. Los equipos arqueológicos de la Universidad de Cantabria, los expertos extranjeros (en algunos casos, figuras de primer nivel) y centenares de estudiantes no han podido acudir a su cita anual en la región, recientemente reconocida por la Unesco por el patrimonio de sus cuevas con arte rupestre.
El origen de esta anómala situación, con los profesionales cántabros trabajando este verano en otras regiones españolas y en el extranjero, hay que buscarlo en la orden que regulaba las ayudas de 2008. Para optar a estas ayudas, rebajadas en un 40% con respecto a las de 2007, se exigió la entrega de memorias y trabajos de las excavaciones anteriores. «El que no cumpla estos requisitos no va a tener autorización de la Consejería para dirigir una excavación o investigación, sea quien sea», aseguró el consejero Francisco Javier López Marcano en unas inusualmente duras declaraciones.
Así, la intención de la Consejería de parar y organizar lo que consideraba un descontrol se ha convertido en un problema mayor. A esta decisión se añadieron otras de corte burocrático: el retraso en publicar la orden, en junio cuando lo habitual era febrero o marzo, y el largo periodo que se autootorgaba la administración para responder, seis meses, convirtió la convocatoria casi en papel mojado. Algunas de las escasas propuestas que se aceptaron fueron aprobadas el 2 de noviembre y en la orden se fijaba el 15 de noviembre para su terminación.
El profesor José Emilio González Urquijo, codirector de las excavaciones en Cueva Morín, asegura que el resultado de esta tramitación fue que «todos los proyectos que necesitaban de trabajo de excavación renunciaron al permiso, excepto nosotros. Después, durante esos días entre el 2 y el 15 de noviembre conseguimos una prórroga hasta el 28 de noviembre pidiéndosela expresamente al consejero, pero esta situación nos obligó a empezar a trabajar sin el equipo alemán del Museo del Neanderthal y a hacerlo en muy difíciles condiciones».
González Urquijo asegura que «los proyectos de investigación que dependen de trabajo de campo -excavaciones arqueológicas, observación de representaciones parietales,...- están paralizados de hecho desde hace dos años. «Y también los que incluían excavaciones y funcionaban con convenios (La Garma y El Mirón, por ejemplo) porque no se han firmado los convenios, ni este año ni el año pasado, debido a que la Consejería no termina de redactar la norma. El nuevo marco de la Ley de Subvenciones establece que deben ser por concurso publico».
Dos años en blanco
Si en 2008 se pueden contar con los dedos de una mano las excavaciones de alto nivel, en 2009 sobra la mano. A estas fechas la orden ni ha sido publicada. Yacimientos de importancia mundial como la cueva del Mirón, cuyas excavaciones son financias entre otros por National Geographic y la Fundación Leakey, o La Garma acumulan ya dos años en blanco o con labores meramente de consolidación y estudio de materiales ya excavados.
El catedrático Manuel González Morales, uno de los directores de la excavación de la cueva del Mirón junto a Lawrence Strauss, de la Universidad de Nuevo México (EE UU), cree que el problema puede hacer perder posiciones a Cantabria desde el punto de vista de la proyección internacional de su patrimonio, a pesar de las buenas intenciones iniciales. «Yo creo que, a priori, la medida de exigir que se presenten los resultados de excavaciones anteriores es adecuada y administrativamente impecable, pero hay que aplicarla con flexibilidad. En El Mirón trabajamos con equipos amplios, de carácter internacional, y el procesamiento del material es largo y complejo».
«Cuestión grave»
La no convocatoria de los permisos de este año es una cuestión grave, según González Morales. «Trabajamos con financiación internacional y necesitamos una seguridad y continuidad en el proyecto. Se corre el peligro de perder la colaboración de equipos extranjeros, la proyección internacional y la financiación. Los recursos son limitados», recuerda Morales. «Y hay otro problema a considerar», explica Morales, que acaba de ser elegido (aún falta la confirmación del patronato) como director del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC). «El máster de arqueología está también afectado. No podemos recibir alumnos externos ya que no podemos ofrecerles prácticas y los alumnos de la Universidad de Cantabria deben ir fuera a excavar. Se puede perder mucho», asegura González Morales.
No todo es negativo. El catedrático cántabro asegura que la propia administración es consciente del problema. «Hay que modificar lo que sea necesario: por ejemplo otorgar permisos plurianuales a los proyectos de envergadura y acabar con la inseguridad jurídica a la que nos enfrentamos todos los años».
Pablo Arias, director de la excavación de la cueva de La Garma, una de las más importantes de Europa, también cree que en Cantabria, con la actual normativa, es muy difícil planificar la investigación. «No hay proyectos plurianuales y la tramitación cada año es tardía y complicada. Es un problema endémico». Arias, que forma parte de la comisión que cada año valora los proyectos, cree que la orden de 2008 «era muy mejorable y quizás eso haya contribuido a que este año no se haya publicado y se estudien alternativas».
«Coyuntural»
Arias espera que el parón «sea una cosa coyuntural» y considera que los propósitos iniciales de la Consejería se han cumplido. «Ha mejorado mucho la entrega de materiales y memorias que llevaban algo de retraso. Y anota una incongruencia: «Había presupuesto para que los equipos se acogieran a ayudas para los estudios de materiales y la redacción de memorias, y pocos lo han hecho».
Otros profesionales ven su punto de lógica. El arqueólogo y catedrático de instituto Ramón Bohigas indica que «ha habido muchas excavaciones y el depósito de los materiales y la redacción de las memorias se ha hecho de forma incompleta». Bohigas habla en primera persona: «A veces nos hemos cargado con más trabajo del que podemos abarcar. Yo, por ejemplo, tengo que rematar investigaciones y no estoy interesado en excavar».
Pero la constación de la realidad no le impide criticar el modo en que se ha aplicado la decisión. «'Manu militari', sin diálogo con los afectados y con favoritismo. Yo estoy a favor de un parón técnico para que todo el mundo se ponga al día, pero no veo porqué la Consejería impide excavar a todos menos a la gente que está en torno al Museo de Prehistoria. Y me da la risa cuando dicen que hay que depositar los materiales en el Museo. ¿En qué museo?, me pregunto yo».
«Jeringar al personal no es poner orden, y tampoco lo es satisfacer las ambiciones de determinadas personas», asegura Bohigas, que reclama a Cultura una solvente gestión de las estructuras «y hablo del futuro Museo de Prehistoria, que lleva camino de ser uno de los proyectos de los que se habla durante mil años y luego no se hacen. Y esa ausencia de infraestruturas es un torpedo en la línea de flotación de todo y muy especialmente de la capitalidad cultural de Santander».
Sin planificación
El director del Museo Marítimo del Cantábrico, José Luis Casado Soto, es directamente pesimista sobre la situación. «No hay planificación en las actuaciones arqueológicas y eso tiene un efecto en el conocimiento de nuestra historia. Con anteriores administraciones las órdenes para optar a la subvención de excavaciones se publicaban en enero o febrero. Asi se podía trabajar. En mi caso esta situación me impide desde hace años dedicarme a la arqueología subacuática. Es inviable porque hay que contratar un barco, equipos especiales y profesionales cualificados y nada de eso se puede hacer sin margen de tiempo y, por supuesto, no se puede salir al mar en octubre, hay que hacerlo en verano. En Cataluña y Murcia hay reconocimiento de la especificidad de este tipo de trabajos; aquí, pura voluntariedad de los profesionales no reconocida de ningún modo por la administración».
Casado Soto considera «una coartada ridícula» la alusión al retraso en la entrega de materiales. «No se puede pedir que los resultados y las memorias se entreguen meses de después de terminar la excavación. A veces se tarda años en procesar el material.».
El director del Museo Marítimo cree que estas cuestiones acaban «desmoralizando a los investigadores y paralizando el trabajo». Y cita un caso concreto, el del arqueólogo Eduardo Peralta, descubridor de los campamentos de las guerras cántabras, uno de los hallazgos más espectaculares de los últimos años «y sometido a una persecución en toda regla por la Consejería, que le niega los permisos de excavación sistemáticamente».