Hace dos mil años, en el año 9 de nuestra era, hubo una batalla cerca de Osnabrück, en el noroeste de Alemania. Tres legiones romanas al frente de Publio Quintilio Varo, unos 15.000 hombres, fueron exterminadas por un caudillo germano llamado Arminio. Fue la famosa derrota de Varo (clades Variana) en el bosque de Teutoburgo, una de las mayores del imperio, desde la de Craso ante los partos en el 53 a.C. y la de Antonio en el 36 a.C.
Muchos siglos después, Arminio fue convertido por el nacionalismo germano en mito nacional. Transformado en "Hermann", el Viriato o Don Pelayo alemán, su gesta, evocada por Lutero en el pulso con el catolicismo romano, inspiró la lucha contra Napoleón, acompañó la guerra franco-prusiana de 1870 y la unificación bismarckiana, y se mantuvo hasta el nazismo. Hoy, Alemania dedica al bimilenario del evento una macro exposición dotada con doce millones de euros, que ha sido inaugurada por la canciller Angela Merkel. La exposición, hasta el 25 de octubre, se celebra en tres escenarios, el atribuido a la batalla, en el paraje de Kalkriese, donde hay un museo permanente, el de la principal guarnición romana al este del Rin, en Haltern am See, y en Detmold, el lugar donde se encuentra el mayor monumento del XIX al mitificado Hermann. La exposición se llama; "Imperium-Konflikt-Mythos", y, además de la propia batalla, examina críticamente las relaciones de romanos y germanos, y el mito de Hermann
UNA MASACRE POCO EVOCADA
La aniquilación de más de diez mil legionarios al final de la época de Augusto, en el apogeo del Imperio, no fue guión que entusiasmara a los clásicos latinos. Sus crónicas evocan de pasada tan desagradable asunto. Tácito, que escribe un siglo después, sólo dedica en sus "Anales" una breve referencia a la batalla, narrando el regreso a su escenario de una fuerza militar al mando de Germanicus, seis años después de los hechos.
"Acompañados de algunos supervivientes del desastre visitaron el lugar, con sus horribles visiones y asociaciones. En el centro del campo estaban los huesos blanqueados de los soldados, cada uno en el lugar donde había caído defendiendo su posición o huyendo, esparcidos por el suelo o apilados. Cerca había restos de armas, huesos de caballos y también cabezas humanas, clavadas en los troncos de los árboles. En las arboledas cercanas estaban los bárbaros altares en los que tribunos y centuriones habían sido sacrificados". En ese ambiente, los soldados de Germanicus enterraron los restos, "sin saber si se trataba de propios o extraños", escribe Tácito.
Unos veinte años después de los hechos, Velleius Paterculus dedica también unas líneas al suceso citando a testigos presenciales. En su "Historia Romana", Velleius promete abundar en el tema en una obra posterior, pero, o no lo cumple, o esa obra se perdió, explica la arqueóloga Heidrun Derks, que lleva nueve años excavando aquí. La principal y mejor fuente sobre la batalla es Cassius Dio Cocceianus que escribió en el siglo III y utiliza fuentes escritas, hoy perdidas, de coetáneos. Este autor describe con claridad una enorme y mortífera emboscada:
"Estalló una tormenta y empezó a llover. El suelo estaba embarrado y resbaladizo, cada paso era un peligro. Los árboles se rompían y los árboles caídos complicaban el avance. En tal situación, les cercaron los bárbaros que se conocían todos los atajos. Surgieron inesperadamente de todas partes, entre las mayores espesuras del bosque".
Con ayuda de estas crónicas y cierta dosis de azar, como suele ocurrir en esta ciencia, la arqueología ha reconstruido las circunstancias y la más que probable localización de aquel drama en Kalkriese, veinte kilómetros al norte de Osnabrück y a unos ochenta de la frontera holandesa. El lugar es hoy un espacio boscoso tomado por los autobuses de jubilados y colegios, que lo visitan en multitud, pero no cuesta imaginarse la escena: bajo una tormenta otoñal, un gran ejército en el camino de regreso a sus cuarteles de invierno, ajeno al peligro e inducido por una traición a pasar por un largo y en algunos lugares angosto paso, entre una montaña, al sur, y una gran zona pantanosa, al norte. Los germanos habían preparado empalizadas y baluartes que dominaban el lugar.
Setenta años antes, César había establecido el Rin como frontera oriental del Imperio pero medio siglo después una docena de establecimientos y algunos grandes campamentos al este del río, confirmados por la arqueología, daban fe de los planes de creación de una nueva provincia, más allá de aquel límite. El encargado de organizarla era Varo. El Cónsul era una persona madura y experimentada, tenía más de 50 años al morir en el desastre. Era un hombre de crisis, a quien Augusto había encomendado asuntos difíciles en Palestina y Siria, donde crucificó a 2000 rebeldes, lo que sugiere que se conocía la dificultad de su nueva empresa. Su derrota puso fin al proyecto de la nueva provincia. Los romanos siguieron paseándose al este del Rin -sus exploraciones llegaron hasta el Elba- pero ya sin intención de asentarse.
Arminio /Hermann era hijo de un jefe querusco y había combatido en el ejército romano, al que conocía bien. Tenía 26 años. Dirigía una tropa auxiliar germana y había sido elevado al título de caballero. Era un aliado y amigo de Varo. El Cónsul recibió confidencias sobre su planeada traición pero no las creyó. Fue Arminio quien llevó al ejército romano a la trampa del bosque de Teutoburgo, sugirió una variación en la ruta, y desapareció del convoy con una excusa.
"Sabía por experiencia que al ejército romano no se le podía vencer en campo abierto y también que los legionarios en marcha, cargando unos 40 kilos, necesitaban algunos instantes para ponerse el equipo, desanudar el casco que llevaban colgando bajo el tórax, desarmar el petate de la lanza, preparar las armas, etc.", explica Dersk. Sin sus protecciones de hierro, los romanos estaban mucho más a la par con los germanos, que eran más ágiles por carecer de impedimenta, y en aquella ratonera no había espacio para organizar formaciones de combate. Según Cassius Dio, la matanza duró cuatro días y tuvo varios escenarios. La arqueología lo ha confirmado encontrando 5000 muestras romanas, incluidas 1600 monedas, armas y una máscara de caballero que es la joya de la exposición y emblema de la batalla, extendidas a lo largo de 11.000 metros cuadrados excavados y 30 kilómetros cuadrados examinados.
Muy pocos escaparon. Varo, herido se suicidó. Su cabeza fue enviada por Arminio a Marobod, rey de los marcomanos, con una oferta de alianza contra Roma, pero éste, temiendo la ira romana, la envió a Roma donde fue finalmente enterrada en el panteón familiar con todos los honores.
"Fue una derrota enorme, sicológicamente tanto más dura e inesperada si se piensa que los romanos llevaban treinta años guerreando en Germania y creían que el capítulo militar ya había pasado", dice la arqueóloga. La pérdida de las águilas de las tres legiones aniquiladas, la XVII, XVIII y XIX, era la mayor deshonra. Los números de esas legiones no se restablecieron en el ejército de Augusto, que contaba con unos 300.000 hombres en todo el Imperio, incluidas tropas de apoyo. La búsqueda de las águilas comenzó al año siguiente. Seis años después, Germanicus recuperó dos de ellas y tomó presa a Thusnelda, la mujer de Arminio, lo que enriqueció el mito romántico de Hermann. El propio caudillo germano fue asesinado cuatro años más tarde, en el año 19, por sus propios parientes.
La leyenda de Hermann aparece a partir del siglo XVI. Fue alimentada por el propio Lutero quien dijo que si hubiera sido poeta le habría gustado loar a Hermann. La historia contenía, "buena sustancia para óperas barrocas y novelas", dice Derks. Alcanzó hasta el nazismo. En 1934, la obra del romántico Henrich von Kleist "Die Hermannschalcht" fue representada en 150 teatros del país y celebrada como quintaesencia del teatro nacional-socialista.
MOMMSEN Y UN MAYOR INGLÉS
Desde el siglo XVII, los campesinos de esta región encontraban en sus campos monedas romanas. En el XIX Theodor Mommsen (1817-1903), el sabio universal autor de una Historia de Roma que mereció el Premio Nóbel de Literatura en 1902, las hizo examinar, estableció la relación temporal con la batalla y llegó a la idea de que el lugar de Kalkriese, "entre una montaña y un pantano", podía haber sido su escenario. Su hipótesis quedó cubierta por otros setecientos lugares de Alemania que se atribuían, con más voluntad que fundamento, el honor de haber sido el escenario de tan patriótica batalla. Fue un mayor del ejército británico estacionado en Alemania y destinado en Osnabrück, llamado Tony Clunn, quien, en 1987, armado de un detector de metales, la hipótesis de Mommsen y un mapa con los hallazgos de monedas en el lugar, levantó la liebre. Clunn encontró 160 monedas juntas y tres piedras del tamaño de una almendra con cáscara, que eran proyectiles de honda como los usados en el ejército. Veinte años de excavaciones arrancan de esos hallazgos.
"Al principio pensamos que podía tratarse de un campamento", explica Susanne Wilbers-Rost arqueóloga en el lugar desde 1990. Los legionarios ganaban en aquella época unos 225 denarios al año y muchos llevaban consigo sus ahorros, lo que explica la abundancia de monedas perdidas en el caos de la batalla y no saqueadas por los vencedores. Luego se empezaron a encontrar restos de armas, huesos hombres y animales, restos de corazas, indicios de un parapeto. De los dientes de una mula se dedujo que había estado recientemente en la zona mediterránea. Al final se puede concluir que, "lo de aquí no fue una simple escaramuza, sino una batalla brutal e importante" y que, "en ningún otro lugar se han encontrado tales indicios", lo que convierte a Kalkriese en el escenario más plausible.
EL LIMES ROMANO EN EL SIGLO III
En siglo III dC saqueadores germanos penetraron en el Imperio en diversos ataques. Durante mucho tiempo se consideró que las líneas fronterizas fortificadas del Limes en el alto Rin y en el curso superior del Danubio, habían caído en un súbito y masivo ataque germano, que eliminó toda vida romana a lo largo de la frontera. Hoy esa teoría debe ser matizada. En el 213 dC bandas germanas atacaron la frontera por primera vez. El ejército romano contraatacó y se restableció la paz por veinte años. Entonces, los Alamanes penetraron en el Imperio, aprovechando que muchas tropas de aquella frontera habían sido enviadas a otras zonas bélicas del Imperio dejando desprotegida la línea. Como consecuencia de nuevas retiradas, se produjeron nuevas invasiones que sembraron inseguridad en las provincias occidentales. Crisis económicas y luchas por el poder entre emperadores rivales, intensificaron la crisis del Imperio. La situación no se estabilizó hasta los años ochenta, aunque para entonces los romanos ya habían abandonado los territorios imperiales al este del Rin. El objetivo de las incursiones germanas no era la conquista, sino el botín, con el que los caudillos mantenían unida a su tropa. Una lógica, aun actual, animaba el impulso: poder para hacer la guerra, y hacer la guerra para mantener, o aumentar, ese poder.