Publicado en La Voz de Galicia
Ramón Loureiro
No se resiste uno a repetirlo: la estatua de bronce de Cunqueiro contempla, inmóvil, y sin parpadear, ante la catedral de Mondoñedo, la talla de piedra de San Rosendo, que corona la fachada de la iglesia. Decía don Álvaro que el santo está allá arriba, «pastoreando los vientos». Pero, naturalmente, ninguna de las dos esculturas se mueve. Así que ni una ni otra pueden visitar estos días -al menos, que se sepa- la muestra Rudesindus, a terra e o templo , que se expone hasta comienzos de septiembre en el interior de la majestuosa basílica mindoniense, de la mano de la Sociedade de Xestión do Plan Xacobeo. Y si entrar en esa catedral siempre es traspasar las puertas del misterio, estos días es, además, un auténtico viaje a través de once siglos.
Entre los muros de la basílica se muestran al público la reliquia del santo que custodia la diócesis de Mondoñedo-Ferrol (presumiblemente, un fragmento de su báculo; antaño se creyó que un hueso...); piezas de un ajedrez del siglo X; el báculo de Pelayo II de Cebeira -traído expresamente desde el Museo Nacional de Cataluña-; la mitra medieval que pertenece a la catedral de Ourense...
También -y son sólo algunos ejemplos- el relicario, traído de la catedral de Braga, donde se veneran los restos de San Martiño Dumiense; el lienzo, pintado por Lucas Camaño en 1615, en el que Alonso Messisa de Tobar se arrodilla ante el patrono de la diócesis de la Galicia do Norte; el anillo episcopal para el que se recicló una cornalina romana en la que aparece tallado el dios Júpiter; pergaminos como el de la donación efectuada por Ordoño VI a cuyo pie aparece la rúbrica del propio San Rosendo. Es cierto: a través de esta muestra, Galicia revive una era convulsa, de glorias y también de espectros.
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