17 enero 2009

Un museo con miga

Publicado en El Viajero
Patricia Gosálvez

Afalta de pan, buenas son tortas", dice el refranero, pero no se lo cree nadie. Del "pan nuestro de cada día" al "buen hambre no hay pan duro", el alimento básico se moja en la religión y la cultura popular española, pasando, claro, por la gastronomía. De todo ello -la mesa, la masa y la misa- trata el nuevo Museo del Pan de Mayorga (Valladolid).

En plena Tierra de Campos, océano de cereales, el museo surge como una iniciativa para dinamizar el turismo rural en una zona cada vez más despoblada. Tras una inversión de 3,5 millones de euros y una obra varias veces alargada, el museo se inaugurará finalmente en febrero de este año.

Arquitectónicamente consiste de un edificio nuevo anexo a la iglesia de San Juan, ahora restaurada, que acoge parte de la exposición permanente, la tienda, el obrador y el aula didáctica. Es decir, la parte más práctica del conjunto, la de "las manos en la masa". En el obrador y el aula, panaderos en activo darán clases magistrales sobre cómo hacer gloria con harina, agua, sal y levadura. Afortunadamente, hay también una sala de degustación para catas.

En la parte moderna, proyectada en hormigón para recordar a la masa y los moldes, se encuentra la historia del pan contada en varios pisos y en sentido descendente. Así en la tercera planta, dedicada a los cereales, se puede ver cómo crece una gramínea y contemplar qué granos se siembran en diferentes partes del mundo.

La segunda planta está dedicada a la transformación del grano en harina, es decir, a los molinos. Movidos por el viento, las mareas o los ríos, planos como los de Juanelo Turriano o verticales como los persas. Ingenios de la mecánica que se pueden emular con poleas y presas dispuestas para los turistas.

Más abajo, la planta de la panificación arranca en el neolítico y acaba en una tahona del siglo XX, porque el pan se comía en las cuevas, bajo las pirámides egipcias y en las villas romanas.

Al final del recorrido histórico, otro más sentimental sigue el rastro del pan en la cultura popular. Los refranes, los poemas, las canciones. El pan como protagonista de cientos de anécdotas (como el "¡Que coman pasteles!", que soltó María Antonieta ante el pueblo hambriento de hogazas); y también, humilde estrella de más de un milagro y en todas las religiones. Bien merecía un museo el pan entonces, porque existen alimentos más suculentos, sin duda, pero la carencia de ninguno, que se sepa, consigue que los días sean tan largos.

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