11 julio 2007

Una nueva figura de custodia para un yacimiento único

Publicado en ABC
Félix Iglesias

La Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León de 2002 introduce por primera vez la figura de Espacio Cultural. Concretamente señala en su artículo 74 que se podrán declarar espacios culturales «aquellos inmuebles declarados Bienes de Interés Cultural (BIC) que, por sus especiales valores culturales y naturales, requieran para su gestión y difusión una atención preferente». Es decir, que un conjunto monumental concreto con la la protección de BIC de destacado valor amplía el área de influencia más allá de sus límites físicos y abarcaría en contorno natural y urbano más o menos próximo.

Esta figura de conservación del patrimonio cultural y monumental no tiene precedente en la legislación mundial, ni siquiera en el máximo órgano competente en esta materia como es la Unesco, que a lo máximo que ha llegado en incluir en los últimos años el concepto de paisaje y patrimonio inmaterial en sus declaraciones de Patrimonio de la Humanidad.

La principal finalidad de la declaración de un Espacio Cultural, como subrayó ayer en Atapuerca el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, es «la difusión de sus valores y fomentar las actividades que posibiliten el desarrollo sostenible de la zona afectada», tal como se indica en la normativa regional.

Al igual que el resto de las tipologías de protección del patrimonio, el Espacio Cultural el uso de actividades dentro de ese espacio incompatibles con el objetivo de la declaración deberían adaptarse a lo exigido por la ley.

Por un tren minero
Gracias a la revolución industrial, hoy se conocen los yacimiento de Atapuerca. La construcción, a finales del siglo XIX, de una vía férrea para un tren minero, sacó a la luz las cavidades ocultas en la sierra de Atapuerca. Fue ya en los años 70 del siglo pasado, cuando Emiliano Aguirre apostó por esta zona para hacer campañas sistemáticas de excavaciones.


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