Publicado en Navarra.es
El último número de la revista “Trabajos de Arqueología Navarra”, que edita el Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana, publica un estudio sobre la ciudad romana de Cara, actual Santacara, así como un trabajo sobre la intervención arqueológica realizada en la Plaza de toros de Pamplona, obra de Mercedes Unzu, directora del Gabinete Trama, y otros autores.
El trabajo titulado “La antigua ciudad de los carenses” es obra de María Ángeles Mezquíriz. Esta ciudad, actual Santacara, es citada por los autores antiguos con los nombres de Cara, Kara, Carta, especialmente como mansión de las vías, y por tanto se recoge también en algunos miliarios encontrados. A los carenses los cita Plinio entre los populi del Conventus Caesaraugustanus. Se encuentra situada bajo el solar de la actual Santacara, nombre cristianizado en época medieval antigua, a la derecha del río Aragón. Ocupa una extensión de 16-18 hectáreas. El primer establecimiento humano se remonta a la primera Edad del Hierro, con el hallazgo de abundantes evidencias materiales, así como su continuación en la segunda Edad del Hierro. El contacto con la cultura romana se produce a fines del siglo II a. C y la época de esplendor de la ciudad corresponde a los siglos I-II d. C. En el período imperial tardío se reduce notablemente su tamaño y los hallazgos materiales son escasos.
En cuanto al trabajo “Intervención arqueológica en la plaza de toros de Pamplona”, cuyos autores son Mercedes Unzu, J.A. Faro y M. Sinués, se recuerda que las recientes labores de reforma y mejora de la Plaza de Toros de Pamplona sacaron a la luz, de forma accidental, los restos de un puente de reducidas dimensiones. Esta obra de ingeniería hidráulica, fechada en 1581, estuvo encaminada a optimizar los recursos que ofrecía uno de los manantiales, el de la Fuente Vieja, que abastecieron de agua a la ciudad probablemente desde época romana. Este espacio, situado extramuros de la ciudad y muy próximo al frente sur del recinto urbano, fue totalmente modificado a mediados del siglo XVII con la construcción del revellín de la Tejería, elemento defensivo derribado en 1918 para levantar el actual coso taurino.
El mismo número de la revista recoge también el estudio titulado “Los enterramientos infantiles del poblado de Las Eretas (Berbinzana)”, de Javier Armendáriz Martija y María Paz de Miguel Ibáñez. A lo largo del primer milenio a. C. y durante los primeros siglos de la era, hasta la introducción del Cristianismo, se impuso en la Península Ibérica e! ritual funerario de la cremación de los muertos de la población adulta y su depósito en necrópolis ubicadas extramuros de los poblados y ciudades; sin embargo, se siguió manteniendo la inhumación dentro de las zonas de hábitat como sistema funerario de los niños fallecidos en edad perinatal, particularmente bajo e! suelo de las casas, de ahí que en la excavación arqueológica de los yacimientos de este período sea habitual descubrir sepelios de este tipo. La intervención arqueológica llevada a cabo en e! poblado de la Edad del Hierro de Las Eretas de Berbinzana ha deparado la exhumación de cinco enterramientos infantiles, cuyo estudio paleoantropológico y análisis cultural se dan a conocer mediante este artículo.
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