Vía: Noticias de Álava
David Mangana
Una voz profunda, cual narrador en off , refiere la historia de la saga de los Ayala. Cuatro pantallas gigantes buscan el cielo de la Catedral Nueva con sugerentes imágenes. Frente a ellas, en las vitrinas, decenas de volúmenes abiertos de par en par dan testimonio de esa misma historia. La muestra sobre el Canciller Ayala inaugura mañana su mirada al pasado, su acercamiento a los vestigios de un período "fundamental en Álava", según explica el diputado de Cultura, Federico Verástegui.
Él ha sido uno de los principales impulsores de este empeño, de este retroceso en el tiempo en busca de testimonios de una época, surgidos de los archivos alaveses, del conjunto monumental de Quejana, "custodiado por las monjas", y de medio centenar de instituciones. El diálogo ha comenzado ya, tratando de hacer presente el siglo XIV desde muy diferentes perspectivas.
Obras de arte, de culto religioso, objetos de utilidad diaria, armas, libros, vestimentas... A la derecha de la nave central de la Catedral Nueva, el recinto expositivo se abre con una gran vitrina que ofrece a lo largo de sus trayecto selección de testimonios que retrotraen inevitablemente a otros tiempos y a otros intereses vitales.
Una obra anónima inglesa, de alabastro tallado y policromado, abre el primer apartado de la muestra, dedicado a religión, cultura y sociedad en aquel siglo XIV. El grupo de imágenes cede su lugar a escudillas, aceiteras y plateras, a arquetas, estuches y una escribanía nazarí, en un primer pestañeo. Quizás lo más curioso de esta primera etapa sean unos naipes de estilo español, grabado una xilografía a la morisca en tierra provenzal. Una cosmopolita pieza que, como no podía ser menos en Álava, proviene del Museo de Naipes.
El linaje es un elemento clave para entender al Canciller Ayala. El Pacto de Arriaga o de la Voluntaria Entrega muestra en su pergamino un sello de plomo, mientras cálices, copas y platos rodean a una de las curiosidades del recorrido, una capa pluvial en seda y terciopelo labrados. Desde Pamplona llega el relicario más importante, de Lignum Crucis, fabricado en plata dorada. Alcorques, mitras, guantes, una dalmática asiática, una cruz procesional y hasta un almohadón de origen anglonormando dan color a esta sección, cuya joya es el báculo de Benedicto XIII, Papa Luna durante el cisma de Avignon.
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