Publicado en Diario de León
M. Pérez
La arqueóloga Esperanza Martín está encantada con la experiencia. «He dirigido varios talleres de este tipo, pero nunca había tenido la respuesta que me he encontrado aquí», dice con sorpresa. Y es que, hasta ayer, último díia de la iniciativa, habían participado en el Taller de Arqueología no menos de 300 niños. El curso, que dura aproximadamente treinta minutos, se inicia con una clase teórica, en la que los alumnos aprenden qué es el patrimonio, de qué manera esta palabra no se reduce tan sólo a lo que pueden ver y tocar, sino a los valores, las costumbres, la historia, la lengua o la música. Se les enseña la diferencia entre patrimonio material e inmaterial, mueble e inmueble, arqueológico y etnográfico, industrial o documental. Pero, además, Esperanza les explica en qué consiste la labor del arqueólogo, cómo buscando entre las piezas enterradas se puede reconstruir cómo vivían las personas que vivieron hace muchos siglos. Tras esta clase, los niños pasan directamente al yacimiento que se ha creado para ellos. En un espacio de 20 metros cuadrados y en turnos de diez, los niños escarban en la arena con las herramientas que utilizan hoy en día los profesionales para tratar de encontrar las piezas que los arqueólogos han dispuesto para ellos. Los vestigios, copias de objetos reales encontrados en distintas excavaciones de la ciudad, aparecen ante los ojos maravillados de los niños, que realmente creen que han encontrado un tesoro. Los directores de este yacimiento han enterrado objetos de todas las épocas, con la finalidad de explicar a los niños la diferencia entre los vestigios romanos, medievales, modernas y contemporáneos. «Hay alumnos que aún balbucean y, sin embargo, te preguntan qué es lo que se esconde tras las siglas. Cuando les dices que significa Regio Septima Gemina te miran como si acabaras de contarles un acertijo, con lo que te lo vuelven a preguntar otra vez. Tienen una gran curiosidad», asegura la arqueóloga.
Martín se sorprende de la capacidad que tienen los más pequeños para relacionar conceptos para los que, en principio, se requiere mayor madurez. «Más de uno me ha preguntado si las piezas que ha encontrado las hemos arrancado de la muralla», explica. Además, se felicita de lo cívicos que son la mayoría de ellos. «Ninguno trata de llevarse lo que encuentra. Todos nos lo entregan cuando acaba la excavación para que volvamos a enterrarlo».
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