Vía: El Heraldo de Aragón
Leonor Franco
Alabastro, cristal tallado o cerámica de reflejos dorados. En la sección del museo Martín Almagro de Albarracín dedicada a la época medieval -un centro recién reformado-, se exponen más de 300 piezas que denotan el lujo en el que se vivía en la corte de los taifas, primero, y con los señores de Azagra, después.
La Fundación Santa María, la institución promotora del proyecto de revitalización del museo, acaba de publicar el libro "La anatomía del esplendor", de Julián Ortega, un completo catálogo que refleja la importancia que tuvo está época en Albarracín, un momento histórico en el que, según el escritor, "ocurre algo que no se repetirá en la ciudad, como es que se convierte en una unidad política propia".
Ortega, historiador y arqueólogo que ha dirigido el proyecto de acondicionamiento del museo, sostiene, no obstante, que la ciudad pasa por otras épocas importantes, como lo fue el siglo XVI, en las que adquirió un gran auge la ganadería y con una gran actividad constructiva, que culminó con la edificación de las principales iglesias y templos. "Sin duda, fue otra época de esplendor", subrayaba Ortega.
El catálogo recoge las trescientas piezas de la colección que, datada entre los siglos XI al XVI, está considerada por los expertos como una de las mejores a nivel nacional.
Para el historiador, "la sección correspondiente a cerámica califal es la más interesante expuesta en un museo nacional", y agrega que los personajes que ostentaban el poder en Albarracín en esos periodos históricos se rodearon de un lujo que les hacía "consumir productos exóticos, procedentes de China o Egipto. Había capiteles de Zaragoza, cerámicas de Valencia o candiles de plomo de la zona de Toledo". De todo ello hay constancia en el museo, a través de los materiales extraídos en las excavaciones del castillo, "que es donde se asentó la corte de los reyes musulmanes, y después la de los Azagra", apostilla el historiador.
La mayoría de los fondos descritos en el catálogo han aparecido en un basurero del castillo, donde se acumulaban miles de fragmentos que han sido sometidos a una profunda labor de restauración. En el libro hay un exhaustivo apartado donde se describen con abundantes fotografías, una a una, las interesantes piezas. Entre ellas, un aplique en forma de pájaro de un candil de plomo hecho a molde y luego repujado, "una pieza excepcional, muy escasa", según Ortega.
Se exponen fragmentos de una escudilla china y piezas de cristal de roca tallado y procedente de Egipto muy raras y difíciles de ver en otros museos. Hay un bello capitel del valle del Ebro, del mismo tipo que los de la Aljafería, y el excepcional fuero de Albarracín. No falta una réplica del esenciero de plata, que en estos momentos se exhibe en el Museo de Teruel y que está trabajada por un artesano sevillano, "de tal manera que parece su gemela", subraya el arqueólogo.
El catálogo presenta varios grados de información, según explica Julián Ortega, "dependiendo del público que vaya a ver el museo". "Se ha pretendido -continúa- que pueda acceder a sus páginas con facilidad toda clase de personas, y no restringirlo a especialistas".
Noticia completa en El Heraldo de Aragón
Más información sobre el museo en la web de la Caja de Ahorros de la Inmaculada y de la Diputación General de Aragón
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